diumenge, 27 de març del 2011

Ghostgirl 3 - Lovesick - Epilogo




Epílogo

Me adentraré contigo en la oscuridad
Ni luz cegadora ni túneles con puertas blancas al final
Solo nuestras manos entrelazadas con fuerza
-Death Cab for Cutie
*-*-*   
Nunca se sabe.
Todos albergamos pensamientos sobre el amor y la muerte. Nos pasamos la vida entera pendientes de ambos, buscando el uno y evitando la otra, conscientes en todo momento de que, en gran medida, está fuera de nuestro alcance controlarlos. Y ésta es una constatación terrible y emocionante a un tiempo. Al final, todo depende de cómo se mire. De una cosa sí que podemos estar seguros: nunca resultan ser lo que uno esperaba.
*-*-*   
Era un amanecer de niebla y el ávido sol empezó a empujar la noche hacia el cielo como una cortinilla antigua amarilleada por el tiempo, desatando una cascada de luz matinal. Todos habían abandonado el baile y se dirigían a la cafetería para disfrutar de un desayuno tempranero antes de emprender el camino de regreso a casa y meterse en sus cálidas camas para pasarse el día durmiendo.

Damen se ofreció a llevar a Scarlet. Cuando ésta ya iba a apearse del coche, se volvió y le besó suavemente en la mejilla.

—Ha sido una noche increíble —susurró ella.

—Tú eres increíble —dijo Damen cogiéndola de la mano.

El cambio inminente que ambos habían vislumbrado se había producido por fin, si bien no para separarlos sino para unirlos aún más.

Damen rodeó el coche y le abrió la puerta a Scarlet con galantería. No la estaba dejando en su casa como los demás chicos, pero, claro, es que nada en su relación se parecía ni de lejos a las de los demás.

Scarlet se apeó del coche, re recogió la falda del vestido y avanzó por el terreno enfangado hacia el monumento.

—Luego te llamo —dijo él en tanto la contemplaba cómo la luz del alba arrancaba reflejos de su pelo.

El cementerio era un lugar apacible, sobre todo a primera hora de la mañana. A esa hora, ni siquiera los animales se habían despertado, de modo que el lugar estaba más que tranquilo. Reinaba el silencio, salvo por aquella voz tan familiar que enlazaba con la brisa se hizo oír cuando ya se aproximaba a la lápida.

Tal y como Scarlet había deseado, Charlotte estaba allí esperándola.

—Olvidé decirte una cosa —dijo—. Tu canción es preciosa.

—Gracias —contestó Scarlet—. No lo habría conseguido nunca de no ser por
Eric.

—Eric es especial, ¿no te parece? —Dijo Charlotte.

—Es un tío genial —respondió Scarlet, y la aconsejó—. No lo dejes escapar.

—Lo mismo digo —apuntó Charlotte con una sonrisa.

—Al final yo acabo con el universitario y tú con el roquero —dijo Scarlet—. ¿No es irónico?

—Una no puede elegir de quién se enamora —replicó Charlotte.

El cementerio era un lugar no poco insólito para mantener una tranquila charla de amigas, pero las circunstancias hacían que no se les antojase tan raro.

—La emisora va a lanzar nuestra canción como single —dijo Scarlet—. Voy a incluir el nombre de Eric junto al mío —afirmó—. Una especie de audiomonumento conmemorativo en su nombre

—Se lo diré —dijo Charlotte—. Le va a dar un patatús.

—Y todas las ganancias van a ir a parar a los indigentes —añadió Scarlet.

—Seguro que Petula está emocionada —dijo Charlotte sonriendo.

—Sí, con eso —añadió Scarlet— y con su nuevo novio.

—Pues claro —dijo Charlotte—, la misma Petula de siempre.

—Bueno, no del todo —bromeó Scarlet, reconociendo la evolución de su hermana—. Menos mal.

Charlotte sabía a qué se refería, y ambas se echaron a reír.

—Dile que ahora tiene una pequeña reina de la belleza sobre el hombro —comentó Charlotte—. Un ángel de la guarda para ella solita.

—¿Quién?¿Virginia? —Scarlet suspiró de contento, consciente de lo mucho que iba a significar la presencia de Virginia para Petula.

Esta vez se habían producido un número nada despreciable de silencios entre ambas, como en una transmisión por satélite con demora, pero no fue porque no tuvieran nada que decirse. Aquella era la forma tácita que tenían de dilatar el momento, de frenar el transcurso del tiempo, de hacer que cada segundo juntas pareciese una eternidad.

—Aquí empieza todo —dijo Charlotte—. Vas a ser una estrella.

—Pero ¿tú qué eres?, ¿un fantasma o una profeta? —dijo Scarlet con una amplia sonrisa—. Solo es una emisora local.

—Tú no tienes nada de local —dijo Charlotte.

Scarlet asintió con un gesto antes de que sucediera otro momento de silencio. Se sentía muy agradecida por su reencuentro con Charlotte y porque ésta disfrutase por fin del amor; no solo de sus padres, sino también de Eric.

—¿Volveré a hablar contigo alguna vez? —preguntó al sentir que el final estaba cerca.

—Scarlet, yo ya viví mi vida, es hora de que tú vivas la tuya —dijo Charlotte—. Este momento pertenece ya a tu tiempo, forma parte de tus recuerdos.

—Por favor, no… —rogó Scarlet

—Te quiero, Scarlet —dijo Charlotte, resistiéndose a decir adiós.

—Yo también te quiero —dijo Scarlet, y la abrazó.

Charlotte sonrió y se puso a tararear la melodía de la canción de Scarlet, sólo que en un tono más triste, mientras se volvía a mirar su monumento. Su voz, sus movimientos, eran de una belleza estremecedora; ultramundana. Antes de que Scarlet pudiera pronunciar otra palabra. Charlotte se adentró con paso solemne en el busto que su amiga encargara, imprimiéndolo de vida por un instante, para luego sumergirse en su tumba, mientras su melancólico canto resonaba en el viento.

—Descansa en paz, amiga mía —dijo Scarlet, que se hincó de rodillas para, esta vez, dejar que sus lágrimas cayeran sobre la hierba que cubría la tumba de Charlotte.
*-*-*   
Charlotte se despertó con la voz de su madre, la llamaba. Se removió en la cama, buscando en el sueño un antídoto a la resaca de Hawthorne High.

—Cielo, está aquí tu amigo —dijo su madre, que sabía que ése era justo el despertador que necesitaba.

Charlotte salió de la cama de un salto e intentó arreglarse un poco para aparecer más presentable.

—Hola —dijo Eric.

Charlotte estaba contenta de verle. Había venido a recogerla, igual que lo haría un novio de los de verdad.

—Mamá, papá —comenzó, y respiró hondo—. Éste es Eric.

—¿Sabes qué? —dijo Eileen—. Charlotte me ha contado que Scarlet le dijo una vez que si alguien podía hallar el amor aquí, ésa seria Charlotte. ¿Tú qué opinas?

—Pues que tenía toda la razón —dijo Eric.

Ni siquiera el padre de Charlotte pudo contener una sonrisa, mientras le daba a Eric una palmada de aprobación en la espalda.

Después de despedirse, Eric i Charlotte se encaminaron de la mano hacia la centralita, con el deseo que ésta fuese la última vez.

Prue, Pam y todos los demás aguardaban impacientes la llegada de Charlotte. Querían estar allí para darle su apoyo, consciente de lo duro que había sido para ella despedirse de Scarlet.

—Nunca pensé que los difuntos tuviesen que lidiar con el sentimiento de echar de menos a sus seres queridos —dijo Pan condescendiente.

Charlotte forzó una sonrisa, con ayuda del apretón de mano que le dio Eric.
Green Gary, Lipo Lisa, Paramour Polly, ADD Andy y el resto de sus compañeros de la clase de becarios estaban sentados y aguardaban pacientes a que concluyera la pequeña ceremonia de << promoción >> del grupo de Charlotte, para poder regresar a sus teléfonos. Habían oído las historias que contaban los espíritus a su regreso y sabían que algún día, por así decirlo, también a ellos se les daría una misión y la oportunidad de cambiar las cosas.

Markov entró en la sala cuando ya estaban todos al límite de su paciencia.
Charlotte sonrió, esta vez de forma más natural.

—¿Y bien?¿Qué tal el viaje? —le preguntó Markov.

A ella le hubiese encantado describirle el regreso con todo lujo de detalles, pero se decantó por algo más sencillo, pues sabía que él lo apreciaría.

—Resulta cuando menos curiosos que la gente piense que los ángeles están en la tierra para ayudarlos —empezó Charlotte—. Cuando son ellos, los vivos, los que ayudan a los ángeles.

—La eternidad con un giro —bromeó Markov con complicidad.

—Ha sido todo un placer trabajar para usted —dijo Charlotte muy respetuosa—. Nunca olvidaré lo que he aprendido aquí.

—Es lo que espero —contestó Markov, complacido por haber logrado por fin conectar con ella y con todos los demás.

—Le echaremos de menos —corearon todos los becarios al unísono, preparándose para dispersarse.

—Os deseo buena suerte —dijo Markov—. Podéis iros y por tanto, finalmente, también puedo hacerlo yo.

Los compañeros de Charlotte se daban abrazos y reían, con una mezcla de felicidad y alivio por haber terminado su trabajo y saber que dejaban la plataforma telefónica en buenas manos.

—Todos menos Usher —se oyó que decía inesperadamente una voz que les era muy familiar.

Charlotte sintió que el corazón se le encogía, pero al instante llenarse hasta casi reventar cuando se giró y vio al señor Brain. Tal y como ella había deseado, la partida de su antigua clase era para él una ocasión lo suficientemente especial como para estar presente.

—Chicos —dijo Brain, llamando la atención de los nuevos becarios—. Permitid que os presente a vuestra nueva profesora. Charlotte Usher —informó—. Yo he aprendido muchas cosas de ella.

Charlotte se sintió muy honrada por el nombramiento, pero sobre todo se sintió recompensada por haber hallado por fin el amor y la vida que siempre había deseado.



¿fin?

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