diumenge, 27 de març del 2011

Ghostgirl 3 - Lovesick - Capitulo 22



Capítulo XXII.- Mujer fatal

Una vida feliz se pasa entregado al aprendizaje, el trabajo y la añoranza.
-Lillian Gish
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En zona prohibida.
Nos gusta pensar que hay cosas que jamás haríamos. Principios que nos dictamos para que nos guíen por el camino, incluso en los tramos más arduos. No obstante, y dependiendo de lo que esté en juego, es posible que nos descubramos pensando y actuando de una forma que jamás habríamos imaginado ser capaces. Resulta muy sencillo trazar una línea en la arena, pero a veces cuesta encontrarla cuando el viento empieza a soplar.<
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—Se acabó el recreo —dijo Prue mirando de reojo la fila que empezaba a formarse ante el espacio habilitado para el fotógrafo. Charlotte no había recuperado el resuello cuando pasó junto a las suntuosas mesas, cada una de ellas adornada con una elaborada urna de cremación a modo de candelabro, rebosante de flores y con etiquetas identificativas doradas prendidas de la base con los nombre de los comensales. El cámara iba de acá para allá grabando a las parejas para sus «panegíricos» YouTube, que aparecerían colgados en la página web del instituto antes de ser archivados para ser reproducidos de nuevo en futuros reencuentros.

—Todos quieren que los recuerden —suspiró Charlotte mientras se situaba detrás de Prue.

El trío se abrió camino hasta la fila donde los invitados aguardaban ansiosos a que les tomaran fotos. Damen se había comprometido a hacerse la foto con Darcy, figurándose que ésta quería alguna clase de prueba verificable del evento, pero él se sentía ansioso por cruzarse con Scarlet. No estaba seguro aún de si acudiría al baile, pero, de ser así, había oído que vendría acompañada por un tipo que nadie conocía ni había visto antes. Tenía que ser Scarlet la que tuviera a todo el mundo intrigado.

—Mejor será que esto funcione —dijo Pam, deseando que el tiro no les saliera por la culata, tal y como últimamente había ocurrido con los demás.

—Lo dices por lo de irnos de rositas después de liquidar a una persona en una habitación repleta de gente —se burló Prue—. Pues sí, más nos vale.

Aunque el plan era de Charlotte, ni ella misma se podía creer que estuviesen realmente preparando un asesinato.

Habían pensado en todas las formas posibles de «borrarla del mapa» y repasando los métodos a los que otros adolescentes habían recurrido antaño: intentar embutirse en un vestido de la talla treinta y seis cuando la tuya era la cuarenta, que te atropellara una limusina, hacer surf en el metro, caerse del escenario durante la gran marcha, además del clásico choque anafiláctico causado por una alergia al corpiño. Sin embargo, ninguno de ellos funcionaría en el caso de Darcy. A decir verdad, se trataba de un asunto de lo más siniestro, pero Charlotte no dejaba de repetirse a sí misma que podía considerarse un caso de defensa propia, y que, de salir bien, sería reversible. O al menos eso esperaba.

—Llegó el momento de ejecutar —dijo Charlotte con un juego de palabras no intencionado.

—¡Siguiente! —iba diciendo el heavy de pelo grasiento recogido en una coleta y raído esmoquin azul pálido, según iba tomando fotos de las parejas. Para ellas, éste era el momento más trascendental de la noche, la parte que llevarían en sus carteras, que enmarcarían para sus p adres, que ocultarían de futuras esposas o maridos en los años venideros, pero para él no era más que rutina.

Charlotte echó un vistazo a su alrededor para comprobar dónde estaban todos, pero Petula no había dado señales de vida todavía. Su ausencia, nada menos que en el Baile de Graduación, era muy desasosegante. Necesitaba su reconfortante presencia para lo que estaba a punto de acaecer. Para ella, era como coincidir en un vuelo con un famoso. Le daba la sensación de que el avión, o en el caso que nos ocupa, el plan, no acabaría estrellándose estrepitosamente.

—¡Todo el mundo a sus puesto! —ordenó Charlotte, ladrando como un director de escena por desconocer el argot de los gánsteres.

La fila avanzaba rápido, y Damen y Darcy eran los siguientes. Prue, Pam y Charlotte ocuparon sus posiciones: Pam detrás de Damen, Prue detrás de Darcy y Charlotte detrás del fotógrafo.

—Hola —saludó Darcy con un arrullo, trabajándose al fotógrafo para conseguir unas cuantas fotos extra.

El fotógrafo procedió entonces a recitarles las normas y descargo de responsabilidades pertinentes, como hacía con cada pareja, mientras Damen y Darcy se colocaban para ser inmortalizados.

—La fotografía se os enviará en formato de necrológica, así que tendréis que rellenar uno de esos formularios de ahí para redactar el obituario de los dos como pareja, y hoy recibiréis un resguardo a modo de tarjetón rogando «una oración por vuestra alma» con vuestra fotografía impresa. Guardadlo bien porque lo necesitaréis para reclamar la necrológica cuando esté lista.

—Juntos por siempre —dijo Darcy.

Justo en ese momento, entró en escena Scarlet, que iba cubierta de la cabeza a los pies por un larguísimo abrigo vintage de pieles sintéticas color claro, con Eric a su lado, invisible claro está para todos los presentes salvo Pam, Prue y Charlotte. Scarlet se detuvo para contemplar la escena surrealista que se desplegaba ante sus ojos, y tan concentrada estaba en Damen que ni siquiera reaccionó a la presencia de Charlotte junto al trípode.

Damen, al parecer muy incómodo, se puso todo colorado. Toda aquella historia de la fiesta conmemorativa le estaba poniendo de los nervios. Él no deseaba que le recordasen de esa guisa, posando como un recorte de cartón junto a una chica ensimismada que no significaba nada para él. Si aquél era el plan de su vida, más le hubiese valido seguir con Petula. Damen fijó su mirada perdida en Scarlet mientras Darcy esbozaba una sonrisa de victoria.

—No te distraigas —le dijo Eric a Scarlet con un codazo, tratando de consolarla y de mantenerla con los pies en la tierra mientras se la llevaba hacia el gimnasio.

Charlotte, entre tanto, parecía haber visto a un fantasma, y así era, claro está.

Scarlet avanzó un poco más, pero Eric se quedó rezagado, mirando a Charlotte.

—No te distraigas —le repitió Prue a Charlotte, la cual estaba muy afectada por lo de Eric y por lo mucho que estaba haciendo sufrir a Scarlet—. Lo primero es lo primero.

El fotógrafo jugueteó con el objetivo y los enmarcó en su pantalla, proceso que se les antojó una eternidad a las angelicales asesinas. Y entonces, por fin, llegó el momento.

Push it good —cantó Prue con maldad mientras Darcy y Damen posaban delante del fondo falso—. Push it real good.

—Perfecto, y ahora, a la de tres… —dijo.

Mientras él contaba, Prue, Pam y Charlotte contaron a su vez.

—Decid patata —se burló Prue, ofreciendo a sus amigas, para tranquilizarlas, un gesto de asentimiento como queriendo decir «podemos hacerlo».

—A la de una, a la de dos y a la de… ¡tres!

A la de tres, Pam echó a Damen de la plataforma de un empujón a fin de que nadie pudiera acusarle de ningún acto criminal. Prue sujetó a Darcy justo delante del objetivo, mientras Charlotte se ocupaba de que el fotógrafo no pudiera despegar el dedo del disparados de la cámara, creando un destello de flash casi continuo. La luz era cegadora.

De pronto, Darcy se desplomó y empezó a sacudirse sin control sobre el suelo, pero Charlotte no liberó el dedo del fotógrafo del disparador, prolongando así el cegador ataque a fin de que nadie pudiese ver lo que estaba ocurriendo.

La sala estalló entonces en un frenético ir y venir de alumnos y acompañantes adultos que corrían hacia el puesto fotográfico para ver qué ocurría y de qué forma podían ayudar. El recuerdo de Petula desmayándose en su coche hizo sonar todas las alarmas en la mente de Josh, que no se lo pensó dos veces y decidió dejar tirada a Wendy. Presa del pánico, se fue retirando del lugar muy despacio, temiendo que pudiesen culparle de la caída de otra tía buena de Hawthorne High.

—¡Tumbada! —gritó Pam.

—Tumbada… —Charlotte hizo una pausa previendo el resultado que esperaba— y fuera de combate.

Una figura emergió de entre los destellos y Charlotte liberó el botón, a la vez que el aire se impregnaba de una peste sulfurosa que bien podía proceder de la bombilla quemada o de la repentina llegada. Comoquiera que fuese, le concedía un nuevo sentido a la palabra cagafiestas.

—Maddy —murmuró Charlotte.

Sabían que era muy probable que fuese ella la que se presentase, pero verla una vez más, allí delante de sus ojos, resultaba algo chocante, cuando menos. Allí estaba, plantada sobre el cuerpo de Darcy con una sonrisita, que clamaba un bofetón. No había cambiado ni una gota. Llevaba el pelo encrespado y todavía lucía su look bohemio pijo: un vestido largo de finísimos tirantes estampado de florecitas, algunas pulseras y pendientes colgantes largos.

—¡Que empiece la fiesta! —anunció Maddy, pero su arrogancia le duró más bien poco, pues acto seguido sintió cómo tiraban de ella—. Pero ¿qué…?

—Nos volvemos a ver —dijo Charlotte, arrojándole a la cara las palabras con las que Maddy se despidiera de ella en su último encuentro.

—De momento, todo bien —sonrió Pam mientras ella y Prue sujetaban a Maddy con fuerza.

Las tres desaparecieron un instante después.

—¡Traed el desfibrilador! —gritó Damen a la multitud agolpada en torno a ello mientras se inclinaba sobre Darcy.

—¿Qué desfibrilador? —contestó a gritos Marianne, la siempre concienzuda presidenta del consejo de estudiantes—. ¡Usamos los fondos para esas tubas nuevas! ¡La próxima recaudación de fondos no está programada hasta el año que viene!

Comoquiera que no había otra alternativa, Damen inició el masaje cardiaco. No le gustaba nada aquella chica, pero tampoco la iba a dejar morir. Scarlet observaba desde uno de los lados cómo él intentaba salvar a su rival, apoyándole orgullosa, aunque también sin quitarle un ojo de encima a dónde ponía las manos. No podía evitarlo.

—Esto se está alargando demasiado —dijo Charlotte, desesperada—. Tenemos que traerla de vuelta ya.

—Si es que la final se muere —le susurró Wendy Anderson a Wendy Thomas, mientras ambas sopesaban la decoración—, no podía haber escogido un lugar mejor.

Charlotte no sabía qué hacer, y casi por acto reflejo pronunció el nombre de su novio.

—Eric —gritó Charlotte—. ¡Ayúdanos, por favor!

Eric respondió en el acto al ruego de Charlotte, situó su mano derecha, con la que rasgueaba la guitarra, sobre el pecho de Darcy, y después atravesó con ella su caja torácica para acceder al corazón.

Una intensa luz, que la multitud confundió con el destello del errante del flash de una cámara, explotó y restalló sobre la escena, y Damen salió impulsado levemente hacia atrás por una sacudida que le recorrió el cuerpo entero. Y a juzgar por la forma en que el torso de Darcy se arqueó de pronto, lo mismo le pasó a ella.

—Por algo me llaman Electric Eric, qué te crees —le dijo Eric a Charlotte muy orgulloso.

—Siempre he dicho que tenías unas muy buenas manos —respondió ella, agradecida.

Todos los ojos estaban posados en Darcy cuando ésta se despertó. Bueno, todos menos los de las Wendys. Estaban que se subían por las paredes por la forma en que Darcy había acaparado toda la atención para sí, robándosela a ellas. El fotógrafo oficial se había transformado en reportero gráfico, así, de pronto, y estaba documentando el colapso casi fatal de Darcy. Ahora que volvían a destellar las luces de los flashes, las Wendys analizaron a toda velocidad costes y beneficios y se arrodillaron a su lado con afectada sinceridad, con la esperanza de arañar un poco de publicidad de tan aciaga velada.

—¿Dónde estoy? —preguntó Darcy, que seguía muy confusa.

—Estás en el Baile de Graduación de Hawthorne High —informó Wendy Anderson, con una dulzura que nadie le había escuchado utilizar jamás en público.

—Con nosotras —recalcó Wendy Thomas, escudriñando la multitud en busca de representantes de los medios locales mientras tomaba a Darcy de unos de los brazos y la incorporaba muy despacio hasta dejarla sentada, para ofrecer una buena instantánea de grupo.

—Y vosotras, ¿quiénes sois? —preguntó la joven.

Un grito ahogado brotó de la multitud, y las dos Wendys mortificadas, la dejaron caer. Damen las apartó a ambas de en medio y ayudó a Darcy, que en la caída había dado con la cabeza en el suelo, a incorporarse de nuevo. Percibió al instante que había algo diferente en ella.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí, sólo que no consigo recordar qué ha pasado —dijo Darcy, ya espabilada del todo e incapaz de ver a ninguno de los muertos—. Ha sido tan extraño —prosiguió—. Hace un momento estaba hablando con unas personas y ahora ¿ya no están?

—Sí que es raro —dijo Damen, buscando entre la multitud a alguien a quien conocía y no podía ver—, rarísimo.

—Me encanta esa canción —dijo Darcy a bote pronto.

—Gracias; es de una recopilación mía —dijo Damen, que advirtió que cabía la posibilidad de que Darcy se pareciese a Scarlet algo más de lo que había pensado en un principio—. Deberías quedarte. Va a mejor.

—La verdad es que no me van los bailes de graduación, que digamos —confesó Darcy—, pero gracias de todas formas.

Damen se limitó a sonreír a Darcy, consciente de que su intuición no le había engañado. Ella y Scarlet podrían incluso haber llegado a ser amigas en otras circunstancias. Pero quizás fuese mejor que no se quedara. Parecía que tenía un montón de preguntas a la que dar respuesta.

Aguardó unos minutos más hasta que llegó el técnico de emergencias sanitarias, la acompañó hasta la ambulancia y regresó a la cabina del pinchadiscos mientras la multitud se dispersaba.

—Me tengo que ir —le dijo Eric a Charlotte—. Tengo que hacer una cosa.

La realidad golpeó a Charlotte como una tonelada de ladrillos. Él estaba allí con Scarlet, no con ella.

—Sí, yo también tengo que hacer una cosa —dijo apesadumbrada.
*   
Cuando Charlotte llegó a la oficina de recepción se encontró con que hacía ya rato que se habían tomado cartas en tan fantasmagórico asunto.

—Soltadme —siseó Maddy, a la que Mary, Beth y Sally tenían inmovilizada en el suelo—. ¿Dónde estoy?

—Dónde estés es lo de menos —escupió Prue con aire misterioso—, lo que importa es adónde vas.

—No podéis retenerme aquí —insistió Maddy, que no dejaba de retorcerse.

—Claro que podemos —dijo Pam—. No tienes elección.

Charlotte pasó al interior y se plantó delante de Maddy.

—Darcy acaba de morir en el instituto —explicó Charlotte—. Contigo dentro de ella.

—¿Y eso qué significa? —dijo Maddy con voz desafiante.

—Significa —dijo Charlotte, tajante—Muertología.

Maddy se la había saltado la primera vez, pero qué duda cabe que la perspectiva de asistir a las clases la intrigaba. Ya fuese porque le ofrecía la oportunidad de limpiar su hoja de servicios o la de corromper a un clase entera de chicos nuevos, ni ella misma estaba segura.

—Las normas son las normas —se carcajeó Pam, con un levísimo tono vengativo en la voz.

—Es hora de que sometas tu alma a rehabilitación, chata —añadió Prue con una siniestra risotada.

Maddy se apaciguó y las chicas la dejaron levantarse.

Después abandonó la oficina acompañada de Beth, Mary y Sally, dispuesta a iniciar su viaje y emprender sus estudios superiores de la otra vida.

—Supongo que ya os habéis dado cuenta de que no tiene solución —comentó Prue a Charlotte y Pam.

—Mira quién fue a hablar —dijo Charlotte—. Sea como sea, el caso es que al menos la hemos sacado de nuestro mundo por un tiempo.

—No se puede cambiar el mundo de la noche a la mañana —proclamó Pam.

—Pero puede que sí poco a poco —le dijo Charlotte a sus amigas—. Y ahora, si no hay nada más, me gustaría irme… al Baile de Graduación.

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