dilluns, 14 de març del 2011

Ghostgirl 3 - Lovesick - Capitulo 16



Capítulo XVI.- Al filo


El filo…no hay forma honesta de explicarlo, porque los únicos que realmente saben donde se encuentra son quienes lo han traspasado.
-Hunter S. Thompson


***
El amor es una droga.
Enamorarse es transformacional, aunque no siempre del modo que se espera. Uno pasa de ser una persona entera a convertirse en media relación, a veces perdiendo buena parte de sí mismo en el proceso. Por desgracia, casi siempre es la parte que más seguro de ti mismo y a salvo te hace sentir la que desaparece. Pero lo más problemático de todo empieza cuando necesitas recurrir a otra persona para que te ayude a encontrarla.
***
—Hola —dijo Charlotte cuando se aproximó a Eric, que pasaba el rato en las escaleras de acceso a IdentiTea, toqueteando la guitarra. Se le antojó un cachorrito que estuviese aguardando a su dueño, nada más alejado de aquel punk curtido en las calles que conocía y que, a pesar de no haberlo dicho aun, amaba.


—Hola —contestó Eric, que levantó la vista hacia ella algo más animado, para al instante hundirla de nuevo y seguir tocando.


—Estoy aquí —reaccionó Charlotte.


—Eso veo —dijo Eric.


Aquel ambiente tenso e incomodo, no poco insólito, que se respiraba entre ambos vino a acrecentar, aun más si cabe, las sospechas de que Charlotte con respecto a los sentimientos de Eric hacia Scarlet.


—Bueno, ¿y qué has estado haciendo? —pregunto Charlotte.


—He estado por ahí —dijo el—. ¿Y tú?


—Nada del otro mundo, solo tratando de ayudar a calmar las aguas —dijo mientras escudriñaba su rostro en busca de alguna reacción—. Damen la quiere tanto. No te vas a creer como firma las cartas que escribe.


—Ella no es feliz —atajó Eric.


—¿Y por qué te importa tanto que ella sea feliz? —pregunto Charlotte lanzándole una indirecta.


Lo que en realidad deseaba decirle era: <<¿Por qué no te ocupas de que yo sea feliz?>>, pero se aguanto las ganas.


—Porque para eso estoy aquí —contestó Eric a la defensiva.


—¿Tú estás seguro? —pregunto Charlotte.


—¿Qué intentas decirme, Charlotte?


—Creo que deberías revisar tus motivos —le dijo ella, dejando los celos al descubierto por fin.


—Pues yo creo que deberías hacerte revisar a ti misma —dijo Eric mientras Damen pasaba junto a ellos y entraba en el café—. Te seré franco, me importa bien poco lo que le escriba a ella en sus cartas.


—Ah, claro, olvidaba… —arremetió Charlotte—, que no es guay que uno exprese así sus sentimientos, ¿verdad?


Eric dejó la guitarra a un lado y miró a Charlotte a los ojos.


—¿Por qué te falta siempre tiempo para señalar lo inepto que soy?


—No era esa mi intención —dijo Charlotte estirando el cuello una pizca para ver que ocurrió en el interior del café.


—¿Y cuál era tu intención, entonces? —preguntó Eric, molesto porque la llegada de Damen la hubiese distraído de pronto.


—Estamos aquí para trabajar, por ellos, no por nosotros —dijo Charlotte concentrado de nuevo su atención en Eric.


—Pues es precisamente eso a lo que voy —dijo él—. Yo estoy pensando en ella, pero puede ser que tú estés pensando antes en ti.


—¿De qué me hablas?


—Sabes muy bien de qué te hablo.


—¿Me estás diciendo que estoy presionando a Damen para que recupere a Scarlet porque estoy celosa de que ella pase el tiempo contigo?


—Tú lo has dicho, no yo.


—¿Podrías dejar de ser tan egocéntrico por un momento? —preguntó Charlotte en tanto le observaba rasguear unos acordes.


Llevó su mano al mástil de la guitarra y pisó las cuerdas para que él no pudiese tocar.


-¡Mírame!-le ordeno Charlotte, cuyo enojo iba en aumento.


Estaban teniendo su primera pelea oficial antes incluso de haber disfrutado de su primer beso.


—Vas a acabar montando una escenita.


—¿Me estás diciendo que me calle?


—No, sólo que te tranquilices un poco.


Charlotte se echó a temblar.


—¿Una escenita? —dijo ella—. Aquí es imposible que nos vea nadie a excepción de Scarlet.


Charlotte supo por la expresión de su rostro que justo era eso lo que le preocupaba. Sus siguientes palabras resultaron más reveladoras si cabe.


—¿Es que no se te ha ocurrido pensar… —sugirió Eric—, que tal vez estamos aquí para mantenerlos separados?





Damen llegó a IdentiTea buscando a Scarlet y, en su lugar, encontró a las Wendys y a Darcy.


—Eh, Damen, ¿Qué tal? —saludó Wendy Anderson muy cordial.


—¿Buscas a tu novia? —añadió Wendy Thomas antes de que Damen tuviese tiempo de responder—. Pues no la vas a encontrar, se acaba de ir.


A Damen no le sorprendió. Él y Scarlet llevaban un buen tiempo sin encontrarse, en todos los sentidos. Las Wendys percibieron la ansiedad de Damen y le bloquearon el paso físicamente para granjearse un ratito de charla.


—Porque todavía es tu novia, ¿verdad? —le hostigó Wendy Thomas.


—¿Y por qué no iba a serlo? —preguntó astuto Damen, que no quería echar ni un trocito de carne cruda a las voraces cotillas de Hawthorne.


—Oh, por nada, cosas que van diciendo por ahí —dijo Wndy Anderson.


—¿Quién? —preguntó Damen—.¿Scarlet?


—Oh, no, no —terció Darcy—. Ella no.


—¿Y tú quién eres? —preguntó Damen—. Además, ¿Por qué demonios te metes en mis asuntos?


—Es Darcy —dijo Wendy Thomas—. Es nueva. 


—Me han hablado mucho de ti —dijo Darcy con un arrullo mientras se acurrucaba junto a Damen como si ellos dos fueran los únicos en la estancia.


Mientras esto ocurría, Eric se acercó hasta Scarlet.


—Oye, Scarlet, luego te veo —dijo él.


—¿Ya te vas? —preguntó Scarlet.


—Me encanta este sitio, pero a veces resulta un poco aburrido.


—Pues no te aburras. Ya tienes compañía —dijo ella echando mano al bolso.


Conforme se alejaban, Charlotte vio cómo Eric le hacía un gesto a Scarlet en la dirección de Damen y Darcy. Fue como si quisiera que pillase a Damen hablando con otra chica. Como si trabajase en contra de ella. O, más bien, contra Damen.


O podía ser también que sólo estuviese trabajando para Scarlet.





Damen no estaba demasiado convencido sobre cómo plantearle a Scarlet lo de la descalificación. En pocas palabras, se iba a poner hecha una furia. Si se mostraba demasiado taciturno, ella podría interpretarlo como que se sentía culpable y andaba buscando su compasión, cuando era ella la que en realidad necesitaba apoyo. Tal vez, pensó, fuese mejor abordar el tema por las buenas, restándole importancia. Podía ser que Scarlet hasta se sintiese aliviada de verse fuera de un concurso en el que, de todas formas, nunca había tenido intención de participar.


Así, se armó de valor y dirigió sus pasos hacia la puerta de su casa, deseando haber escogido el enfoque acertado.


—Hola —dijo Damen—. Traigo buenísimas noticias.


—¿Cómo cuáles? —dijo Scarlet entre dientes, sin apenas prestarle atención. Él la siguió hasta su dormitorio, en la planta de arriba.


—Tu canción —empezó Damen.


—¿Y ahora qué? —le interrumpió Scarlet—. ¿Has recibido una oferta de una discográfica?


—Pues no exactamente —Damen hizo una pausa mientras tragaba saliva—. La han descalificado.


Scarlet levantó la mirada hacia él desde la cama y permaneció muda durante unos segundos, pues no estaba segura de haberle escuchado bien.


—¡¿Qué?! —gritó.


Por el tono de su voz, Damen presintió que no era alivio, precisamente, lo que ella sentía en ese momento.


—Los empleados de la emisora no pueden participar en los concursos —explicó Damen con mucha calma mientras ella le miraba con el ceño fruncido—. Lo siento.


—¿Así que ha sido por tu culpa? —estalló Scarlet, dejando muy claro que la disculpa de él no le bastaba.


Esta era la Scarlet que conoció cuando salía con Petula y que no había vuelto a ver desde entonces. Ruda, malhablada, brutal. Si a ella le preocupaba estar perdiendo su verdadero yo, resultaba evidente que sus temores eran más que infundados, pensó Damen.


—No es justo —se defendió en tanto hacía verdaderos esfuerzos por no perder los estribos—. ¡Y yo qué sabía!


—¿Qué no es justo para quién? —prosiguió ella—. Yo no pedí que me inscribieras, pero soy la gran perdedora de todas formas.


—Hemos perdido los dos —dijo Damen tratando de hacerla recordar.


—Yo soy la que ha perdido —espetó Scarlet, rencorosa—. Era mi nombre el que figuraba en la canción, no el tuyo.


—Ya —replicó él a bote pronto—. No era mi nombre, sólo mi guitarra.


Al instante, Damen cayó en la cuenta de que tal vez había rascado una costra demasiado reciente. Scarlet sabía que no era ninguna diosa de la guitarra, y esta era una de las razones por las que no había inscrito la canción por iniciativa propia. No confiaba del todo en su habilidad, a pesar de los cumplidos de Eric.
El hecho de que Damen, aun sin quererlo, se lo echase en cara resultaba muy doloroso. Él conocía las debilidades de ella y debería haberse abstenido de exponerlas, por mucho que ella lo irritarse. Tal vez, pensó ella, no había querido abstenerse de hacerlo y estaba siendo honesto, por fin.


—Supongo que no soy lo bastante buena… —suspiró Scarlet—. Para ti.


Sus palabras lo decían todo. Ni mucho menos se referían a la canción. Se referían a todo lo demás. A su aspecto, su forma de vestir, lo que le gustaba y lo que no. Nada suyo era lo bastante bueno para él. Así era, al menos, como ella lo venía sintiendo de un tiempo a esta parte, y ahora, por fin, lo había soltado.
Él se acercó para abrazarla, pero ella se agarrotó y le dio la espalda.


Frustrado con ella y consigo mismo, decidió que ya había tenido suficiente.


—Esto no funciona —dijo Damen—. Tal vez no deberíamos estar juntos después de todo.


A Scarlet le sorprendió lo mucho que le dolía escucharle decir eso. Era ella quien le había estado empujando en esa dirección, pero ahora que era él quien lo decía, quien lo hacía realidad, sintió que se le rompía el corazón.


—¿Por qué no vuelves a tu sitio —dijo Scarlet—, y yo me quedo en el mío?


A qué sintió en concreto se refería era un misterio para Damen. ¿Volver al trabajo, a la universidad, a la vida que llevaba antes de conocerla? Tal vez se refería a todo eso.


—Sí, puede que tengas razón —dijo él, asombrándola aún más si cabe—. Puede que mi sitio no esté contigo.


Ella opinaba que quizá no fueran buenos el uno para el otro, pero lo único que deseaba en el fondo era que él la convenciese de lo contrario, tal y como lo había hecho siempre hasta entonces.


—Toma, es una nota que he escrito explicándotelo todo —dijo mientras le tendía le pedazo de papel que tanto le había martirizado—. Puedes leerlo o no. Es cosa tuya —murmuró, antes de dar media vuelta para irse.


Scarlet tomó la nota de la mano de él, la miró y luego la depositó sobre la mesilla de noche, al lado de sus cosas. Y allí se quedó, sin leer.

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