diumenge, 27 de març del 2011

Ghostgirl 3 - Lovesick - Capitulo 23



Capítulo XXIII.- Alguna gran recompensa

Dime, quién soy yo sin ti a mi lado.
 —George Harrison
*-*-*   
La reconciliación no es cosa fácil.
Al igual que el tono de una llamada en espera resonando en tu cerebro, la perspectiva de reconciliarte con un ex requiere, a menudo, dejar en espera tu ira, tu decepción, y a veces incluso tu buen juicio, para atender a la llamada del corazón. Que ésta sea la persona correcta o un número equivocado es difícil de saber si no descuelgas.
*-*-*   
Conforme recorrían el pasillo en dirección al gimnasio, Charlotte recapacitó sobre la lección que estaba extrayendo de toda aquella historia. Tal vez el verdadero propósito del viaje fuese otro que convencerla de que la vida ya no giraba en torno a ella, y de que estaba allí con el único propósito del viaje no fuese otro que convencerla de que la vida ya no giraba en torno a ella, y de que estaba allí con el único propósito de ayudar a los demás de forma desinteresada. Debía renunciar a sus amistades terrenales y, lo que es más, renunciar al amor.

Charlotte estaba atrapada en sus ensoñaciones y andaba buscando una escotilla de escape, cuando una voz familiar resonó en el pasillo.

 —¿Me he perdido algo?  —preguntó Petula mientras tomaba su entrada de manos de la taquillera y contemplaba los últimos estertores de la conmoción que la había precedido.

La chica, que no había caído en la cuenta de que para Petula no se trataba más que de una pregunta retórica, procedió a relatarle con voz entrecortada los eventos de la última hora o así, el desmayo de Darcy, la ambulancia y todo lo demás.

 —¿Nada?  —Le interrumpió Petula mientras dirigía sus pasos, impasible, hacia el baile—. Bien.

La rodeaba una multitud, aunque no de los compañeros de instituto que de costumbre la agasajaban. Esos días habían quedado atrás para siempre, aunque era evidente que ni mucho menos su altivez. Poco importaba que lo hiciera por instinto de supervivencia ante el trato que había recibido o que se debiera a una recaída de su personalidad, el caso era que la confianza que había estado imprimiendo en los demás había repercutido de manera indiscutible en su propia vida.

Según se aproximaba a las puertas del gimnasio, los bedeles miraron con recelo al grupo que la seguía, pero Petula se limitó a despacharlo como si estuviese entrando en un local de moda y conociese a todos los gorilas de la puerta. La diferencia, lo tenía muy claro, entre la gente guay y el resto de los mortales no eran la fama o la fortuna, sino la actitud.

 —Vienen conmigo  —Les informó, a la vez que les ponía una cara de “ya sabéis quién soy” y se volvía a la mini horda para invitarlos a que la siguieran con un gesto, a cuyos componentes se habían unido ya Pam, Prue y Charlotte.

Justo cuando estaba a punto de entrar, se atenuaron las luces. Petula lo interpretó como señal de respeto hacia ella, pues aquélla había de ser su última aparición en un baile de instituto.

 —Hola  —dijo el presentador—. ¿Lo estáis pasando todos bien?

Cuando se encendieron los focos, todos los presentes repararon en el grupo de gente que acababa de entrar por la puerta al escenario. Damen adecuó el ritmo de la música al de las luces y mantuvo el volumen bajo mientras intentaba averiguar lo que sucedía a la puerta del gimnasio.

 —Vaya, aquí llega un grupo de rezagados  —dijo el presentador —. ¡Justo a tiempo para la atracción principal!

 —Yo soy la atracción principal  —dijo Petula al entrar, tan perfecta en su fabuloso vestido vintage de Chanel.

Petula se abrió paso entre la multitud que permanecía muda de asombro, no tanto por el impacto de su llegada sino por su sobrecogedor aspecto. Todo el mundo comentaba entre susurros lo espectacular que estaba, mientras las Wendys las reconcomía la envidia. A pesar de todos sus esfuerzos, la popularidad de Petula se había metastizado y extendido.

También el grupo que avanzaba a su cola levantó más de un murmullo. Se trataba de sus clientes, así los llamaba ella en ocasiones, los indigentes a cuyo cambio de estilo ella había consagrado su tiempo durante meses. Iban todos fabulosamente vestidos de negro, la mayoría prendas procedentes del antiguo armario de Scarlet, encajando a la perfección con la temática fúnebre. Y, puesto que era en honor de Charlotte Usher, una chica invisible también, se sentían como en casa.

 —Por favor, Petula  —mendigó Wendy Anderson con mucha guasa mientras le tendía un inexistente cuenco vacío —, quiero un poco más.

 —No tiene acompañante  —aulló Wendy Thomas echándose a reír como una histérica—. Tiene una cola de hambrientos esperando a que les den de comer.

 —Claro que lo tiene  —Les dijo un tipo que no conocían.

Iba ataviado con un carísimo traje de Armani. Tenía la piel bronceada y una cabellera abundante y cuidada. Era el sueño de cualquier chica, con una pinta un poco desastrada y de chico malo, pero muy atractivo. Las Wendys casi se desmayan cuando él pasó junto a ellas. Parecía un actor de Hollywood, demasiado bueno para aquella pequeña ciudad de mala muerte.

El hombre misterioso se acercó al maestro de ceremonias y le pidió el micrófono. Una vez con el micrófono en la mano, se abrió paso hasta el centro de la sala y le hizo un gesto a Petula para que se acercase. Damen sonrió y subió el volumen del micrófono para que todo el mundo pudiese oír.

 —¿Quién es…  —farfulló Wendy Thomas — ése?

Al aproximarse, Petula apenas podía creer lo que estaba viendo.

 —¿Tate?  —suspiró.

 —Me habías invitado a tu baile de Graduación, ¿verdad?  —preguntó él. Incluso la cadencia de sus palabras reveló ahora una estirpe que hasta ese momento había mantenido oculta.

 —Sí, pero no pensé que fueras a aparecer  —dijo ella, sin salir de su confusión —. Y desde luego que no pensé que fueras a aparecer de esta guisa.

 —Eso es lo que me gusta de ti  —dijo él —. Te gusté por como soy, no porque sea heredero de un imperio petrolífero.

Ésta era la primera vez que acusaban a Petula de ser sincera. Y estaba encantada de declararse culpable.

 —¿Es un vagabundo?  —preguntó Wendy Anderson, perpleja.

 —¡Es multimillonario!  —Le repitió Wendy Thomas dándole un puñetazo a Wendy Anderson en el brazo para que cerrara el pico.

 —¿Y por qué estabas en la calle?  —preguntó Petula.

 —Tenía la sensación de que sólo atraía buscafortunas, y estaba harto  —explicó Tate—. Estaba convencido de que ésa era la única clase de chicas que iba a conocer jamás.

 —¿Y qué otra clase hay?  —Le preguntó Wendy Anderson a Wendy Thomas, que se limitó a sacudir la cabeza, atónita.

 —Llegué a la conclusión de que para cambiar eso tenía que cambiar todo lo demás  —prosiguió Tate—, así que renuncié a mi forma de vida: el dinero, las comodidades y todo lo demás.

 —Y entonces, ¿qué haces aquí…  —Le interrogó Petula catalogando en voz alta su atuendo para alimentar la envidia de las Wendys— con ese impresionante traje italiano de lana con chaqueta sastre de dos botones?

 —Buscaba algo que encontré cuando te conocí  —dijo Tate con dulzura —. Ahora ya puedo ser yo otra vez.

Petula era una vez más la envidia del instituto y de las Wendys, salvo que en esta ocasión se había ganado a pulso lo que tenía. Tate devolvió el micrófono, se inclinó hacia ella y ambos se besaron largo y tendido.

 —Qué pena que no esté aquí CoCo para verlo  —Les comentó Pan a Prue y Charlotte—. Ha hecho un trabajo bárbaro.

La multitud prorrumpió en aplausos, en particular los que se habían burlado de ella antes de hundirla. Se sentían cómodos con Petula como líder, incluso aquellos que la envidiaban u odiaban. Ella jamás fracasaba a la hora de proporcionarle material de que hablar.

 —Y ahora que nuestra joven dama ha recibido su sorpresa  —dijo el presentador —, soy yo el que tiene que daros una a todos vosotros.

Todos se pusieron a gritar, aun cuando no tenían ni la más remota idea de por qué o a quién gritaban.

—Como algunos de vosotros ya sabéis, hemos celebrado un concurso de canciones en INDY-noventa-y-cinco y la ganadora tenía que escoger un espacio en la ciudad para interpretar su canción…

 —Pues bien… ¡estamos en ese lugar!

La muchedumbre estalló en un ataque de euforia.

 —Parte del premio consistía en escoger el tema para el Baile de Graduación  —añadió—. De modo que es a ella a quien tenéis que agradecer este ambiente tan espectacular y ultramundano.

De nuevo, la muchedumbre rugió de contento, todos excepto las Wendys, que estaban asqueadas. Charlotte no podía creer lo que estaba oyendo. Entonces, las luces perdieron intensidad y un único foco iluminó el escenario, causando una reacción más frenética si cabe.

 —Aquí la tenemos  —anunció el presentador—. La encargada misma de Hawthorne, Scarlet Kensington.

Scarlet salió al escenario, y quedó patente que tenía “lo que hay que tener”. Se hizo con la sala al instante, pero sobretodo acaparó toda la atención de Damen. Estaba hermosa y radiante bajo el foco. Llevaba el pelo recogido, el flequillo lustroso y reluciente, y lucía un vaporoso vestido negro de gasa con los hombros descubiertos y discretos remates de tul gris en el escote y el bajo de la falda. Los labios presentaban un tono rojo mate y la cabellera se recogía en un estratégico moño desaseado. Damen no fue el único, sin embargo, que creyó estar presenciando el nacimiento de una estrella.

Scarlet se colgó la guitara del cuello y echó un vistazo a la sala hasta donde los focos del escenario y la oscuridad la dejaban ver. Quería interiorizarlo todo. Le pareció que, a excepción de las Wendys, todo el mundo había recibido la nota rogándoles que acudieran de negro. Y mientras se asomaba a aquel mar negro, divisó a Charlotte allí de pie, en la marea, con una expresión de absoluta fascinación. Luego miró a la cabina del pinchadiscos y vio a Damen, solo, que observaba cada uno de sus movimientos.

Le sonrió.

Él le sonrió a ella.

Scarlet expresó entonces su gratitud a todos, pero se deshizo en elogios para con una persona en particular.

 —Quiero agradecer a Eric Smash, más conocido entre sus amigos como Electric Eric, que trabajó conmigo en esta canción  —dijo—. Ha demostrado ser una auténtica estrella del rock al hacerlo y se encuentra aquí conmigo, en espíritu.

Eric hizo una larga y honda reverencia y se empapó de los aplausos de la multitud, que no podía verle, y de sus amigos, especialmente de Charlotte, que sí podían. Se besó los dedos y señaló con ellos a Charlotte para que supiera que ésta iba dedicada a ella. Pam y Prue le dieron un codazo, y ella sonrió, algo azorada pero embelesada en el fondo.

 —Esta canción se inspira en una nota que recibí de una persona muy especial, que a su vez contó con el apoyo de otra persona muy especial para escribirla  —anunció Scarlet conforme tocaba los primeros acordes en su guitarra.

 —Al final sí que la leyó  —murmuró Damen par sí.

 —¡Charlotte Usher y Damon Dylan, va por vosotros!

Se hizo el silencio entre la multitud. Scarlet cantaba y tocaba la guitarra y Eric la acompañaba. Todos los presentes, Damen incluido, dieron por sentado que Scarlet estaba tocando sobre una pista de audio, pero cuando Damen echó un vistazo al panel de sonido, comprobó que el de ella no era el único canal abierto. Damen no sabía de dónde provenía tan hermoso acompañamiento, pero de una cosa sí que estaba seguro y es que no era una grabación.

-Esta canción se titula Adiós a tus besos,  —dijo Scarlet antes de entonar la primera melódica y rica nota.

CREÍ DECIR ADIÓS A TUS BESOS
RENUNCIANDO HOY A TU AMOR VIENDO
CON MIS OJOS LO QUE TÚ VEÍAS
A TUS BESOS CREÍ DECIR ADIÓS.

Damen estaba paralizado no sólo por su presencia sino por las palabras que brotaban de su boca. Era tan agraciada en sus composiciones como en su relación con él, pensó, cantando como una intérprete experimentada que llevase toda una vida subida a los escenarios. Nunca antes la había visto tan a gusto. Resultaba evidente que aquél era su sitio, plantada ante el público, tocando su música, y el hecho de que todo aquello fuese por él lo dejó aún más asombrado si cabe.

LAS COSAS QUE DIJE Y NO DEBÍA
ESA ANSIA PORQUE ME NECESITARAS
VER CON MIS OJOS LO QUE TÚ VEÍAS
¿ACASO DE TUS BESOS ME DESPEDÍA?
Y ES QUE CUANDO TÚ NO ESTÁS NO PUEDO EVITAR PENSAR
QUE ESTÁS HECHO PARA MÍ.
*-*-*   
Scarlet puso toda su alma al entonar este puente, mientras que Eric tocaba la guitarra como un virtuoso, capaz de evocar emociones y narrar una historia con sus acordes y progresiones armónicas. Su sitio estaba allí, en el escenario, si bien su vida había sido demasiado breve para ocuparlo, y ahora le estaban dando su oportunidad, y todo gracias a Scarlet. Charlotte se sintió arrollada por él; como si se lo estuviese explicando todo sólo con su música. Y si antes no había estado enamorada de él, sí lo estaba ahora.

Para la última estrofa, Scarlet se acercó al extremo del escenario, donde Damen la contemplaba desde la cabina del pinchadiscos, y clavó su mirada en los ojos de él. Las palabras que entonó entonces las cantó para él, y todos los que llenaban la sala pudieron sentir la intensa energía que fluía entre ambos. Eric se acercó al otro extremo del escenario, donde se encontraba Charlotte. Tocaba sólo para ella, dejando traslucir lo que sentía: se lo estaba diciendo.

CREI DECIR ADIÓS A TUS BESOS
RENUNCIANDO HOY A TU AMOR
Y AHORA QUÉ ME QUEDA SALVO ESPERAR, ROGAR
DE TUS BESOS NO VOLVER A DESPEDIRME JAMÁS.
ESO PIENSO CUANDO TÚ NO ESTÁS,
DIRECTO DESDE EL CORAZÓN DE QUIEN
PARA TI HECHO ESTÁ.

Mientras ella proseguía con la canción, Damen abandonó la cabina y echó a correr hasta el escenario. Cuando se plantó en él de un salto, Scarlet ya estaba culminando su interpretación con un imponente final. La multitud se hallaba fuera de control, como también lo estaba Damen. Entonces fue a por ella y su gesto fue recibido con un ensordecedor aplauso de admiración.

 —Lo siento  —dijo, mientras la sostenía entre sus brazos.

 —Y yo  —dijo ella sonriendo, antes de que los interrumpieran.

 —¡Vaya! Parece que tenemos una nueva estrella esta noche aquí en Hawthorne High  —dijo el presentador—. Y ahora, ¡veamos quién es la estrella del baile!

Las Wendys se acercaron corriendo al escenario, ansiosas por oír el resultado, anticipándose a la que iba a convertirse en su noche de esplendor. Si una de ellas conseguía el título de Reina del Baile de Graduación, entonces tendrían justo lo que necesitaban para estrenare su nuevo futuro. Como ocurría con los caballos lesionados, Darcy, supusieron, sería tachada de la lista, y Scarlet nunca iba a permitir que su nombre figurase en el panel de salida. La cosa se decidiría entre ellas dos y Petula, y a juzgar por el escarnio al que se la había sometido antes de la votación era casi imposible imaginarla como ganadora. Tenía que ser una de ellas dos.

Damen, que ya estaba de vuelta en la cabina de pinchadiscos, aunque ahora con Scarlet del brazo, seleccionó el redoble de tambor de entre los efectos de sonido y las luces se atenuaron. Las Wendys se abrazaron la una a la otra, con los ojos cerrados, mientras se aferraban a cada bocanada de aire que respiraba el presentador.

 —Y vuestra reina es…

 —Tú, vas a ser tú  —dijo Wendy Anderson, apretando con fuerza la mano de Wendy Thomas.

 —No, seguro que vas a ser tú  —dijo Wendy Thomas, que no cabía en sí de los nervios.

 —¡Petula Kensington!

El rugido de sorpresa hizo temblar las gradas. Al parecer, Petula contaba todavía con unos cuantos fans.

 —Pero, ¿cómo es posible?  —protestó Wendy Anderson.

Ni siquiera Petula salía de su asombro.

La sala prorrumpió en aplausos y silbidos, mensajes de texto y flashes de móviles.
 —¿Esto qué es, el instituto  —aulló Wendy Thomas llena de frustración— o el infierno?

 —¡La votación está amañada!  —aulló Wendy Anderson, al borde de un ataque —. ¡Que alguien llame a la ONU!

Charlotte levantó la vista y vio a Virginia muerta de risa junto a la urna de votaciones, y todo adquirió sentido de repente.

 —Al parecer, Petula ya tiene nueva guía  —comentó Charlotte a Eric, si bien él no tenía ni las más remota idea de qué le hablaba.

 —Bueno, pues aquí ya hemos acabado  —dijo Pam muy orgullosa, y encantada con la caída de las Wendys.

 —Aquí acabamos  —añadió Prue tomando a su amiga de la mano—. hace mucho tiempo.

Petula Kensington era reina, y las cosas estaban como debían estar.

Pan y Prue levantaron los pulgares en dirección a Virginia y se dirigieron hacia la salida.

Entonces, al son de un órgano de tubos, un grupo de jugadores de fútbol americano pulcramente vestidos de portadores de féretros recogieron a Petula Y Tate y se alejaron llevándolos en sendos ataúdes abiertos.
*-*-*   
 —Vamos a bailar  —dijo Scarlet, cogiendo a Charlotte de la mano a la vez que intentaba localizar a Damen con la mirada. Ella permanecía oculta detrás de los enormes altavoces.

 —No  —dijo Charlotte con voz muy suave, mientras hacía un gesto hacia Damen, que en ese momento se abría paso entre la multitud en su dirección.

 —¿Sigues enfadada conmigo?  —preguntó Scarlet, un poco dolida.

 —¿Cómo lo iba a estar después de todo esto?  —dijo Charlotte refiriéndose con un gesto a cuanto la rodeaba.

Eric se unió a ellas, y Scarlet se volvió hacia él para despedirse.

 —Gracias por permitirme ser yo misma a tu lado  —dijo—, sólo así conseguí demostrarme a mí misma que Damen podía aceptarme tal cual soy.

 —No es nada  —dijo Eric sin más—. Para eso estaba aquí. Buen rollo.

Scarlet se recogió el vestido, dejando a la vista las botas militares más alucinantes jamás diseñadas: estaban decoradas con centenares de diminutas cuentas de color negro que combinaban con su vestido y por cordones incorporaban dos preciosas cintas vintage de satén gris.

 —Los zapatitos de cristal oficiales del rebelde.

Eric sonrió, interpretando su elección de calzado como una cortesía y una victoria a la vez.
Scarlet estrechó las manos de Charlotte.

 —Ha sido una larga travesía  —dijo.

 —Y lo que te queda  —replicó Charlotte infundiéndole ánimos—. Tienes toda una vida por delante.

El comentario le supo amargo a Scarlet, porque su amiga tenía razón. Ella tenía toda su vida por delante, pero Charlotte no.

 —Tiene gracia que tú siempre hayas querido pasar desapercibida mientras que yo quería saltar al candelero  —comentó Charlotte—. Ahora, lo único que deseo es desaparecer de aquí, y no hay duda de que a ti te verán por millones algún día.

Damen se tomó un respiro de tanto pinchar música y se acercó a Scarlet.

 —Nunca podría haber sido yo misma sin ti  —Le dijo ésta a Charlotte, que en el mismo momento en que su amiga articulaba estas palabras decidió desaparecer. De tal forma que Scarlet acabó diciéndoselo a Damen en su lugar.

De pronto, se encontró entre sus brazos. Damen la atrajo hacia sí y se fundieron en un beso, ellos dos solos.

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