dilluns, 14 de març del 2011

Ghostgirl 3 - Lovesick - Capitulo 18




Capítulo XVIII.- Canción de Amor

Te conozco de corazón.
Como sabrás si me encontraste al final
porque seré el único con el corazón en mi regazo.
—Neko Case.


***
Como una melodía que no puedes sacarte de la cabeza no importa cuánto trates, el amor es algo que no puedes sacar de tu corazón. Quedas atrapado en un callejón emocional sin salida, girando y girando y terminas exactamente donde comenzaste. Liberarse, o no, es determinado usualmente si quieres llegar a algún lado lentamente o a ningún lado rápido.
***
Scarlet amaba pasar el tiempo en Vinyl Frontier, una tienda de discos usados que frecuentaba. Solía llamarse Permanent Records hasta que se incendió y fue reconstruida. Era un pequeño cuchitril, pero era un lugar donde podía pasar horas escuchando cualquier canción que quisiera sin tener que comprar nada. El propietario, el Sr. Hood, era un hombre frío que enseñaba Literatura Inglesa en su escuela. Era un músico engavetado que tocaba en clubs locales y consideraba enseñar su trabajo diurno. Él solía dormir los últimos diez minutos de cada clase y si podía hacerlo, no necesitaba dormir de noche.


A Scarlet le gustaba estar en Vinyl Frontier por la misma razón que le gustaba limosnear a través de tiendas de segunda mano e incluso visitar el cementerio. Había tanta vida que encontrar entre las cosas olvidadas.


De hecho, si quería, podía tomar su dedo o el pin de su broche y colocarlo con cuidado en los surcos y con unos cuantos cuidadosos giros, revivir toda la pasión, la energía, y la magia que había creado.


Traté de hacer en su pantalla táctil, pensó.


A Hood le gustaba Scarlet. Cada vez que visitaba, se regaría la voz, acrecentando el factor moda, por consiguiente, sus ventas. Era como la aparición de una celebridad en una tienda, así que no le importaba darle rienda libre en el lugar después de horas. Era un trato justo. Eso y que Scarlet no era una niña estúpida; ella era una historiadora de música, una verdadera amante de la música. Ella sabía su cuestión… desde lo clásico hasta lo más esotérico. Ellos habían tenido un debate hasta altas horas de la noche acerca de todos los diferentes géneros de música, pero la mayoría del tiempo ellos no hablaban, solo escuchaban.


Ella compartió con él no sólo el amor por el sonido de una grabación analógica, sino una devoción a los actuales discos y las envolturas de las cajas de cartón. En comparación con las notas digitales que se ofrecen ahora para descargar, parecían una obra de arte con calidad de museo.


La cuestión con los discos, Scarlet sentía, era la relación física que creaban con la música.


A diferencia de los CD o los archivos de computadora, el vinilo era frágil, se dañaba fácilmente y son difíciles de reemplazar. Tenían que ser cuidados, respetados y protegidos de cualquier daño. Ella podía identificarse.


Hood también le explicó un poco del lado del negocio de la música, sabiendo que pueden tener algunas aspiraciones en ese sentido. Él le dijo como eran pocos los artistas que hacían dinero de sus grabaciones, incluso si se vende bien. Había algo llamado “breakage” deducido de las regalías de un artista que, literalmente, tenía en cuenta que un cierto porcentaje de discos de vinilo se dañara en el envío de tiendas como la suya. Ella estaba fascinada por el concepto, por el hecho de que el “daño” era anticipado. Tal vez esa era la manera en que las personas debían entrar en una relación, pensó.


Era sentido común. Nada duraba para siempre, pensó: los álbumes, la gente, o incluso las relaciones, especialmente si no lo manejan con cuidado. El otro lado, por supuesto, era que, los rasguños y las virutas que se cortaban en surcos eran prueba de que el disco había sido sonado. Se les hizo una grabación, no sólo de la música de alguien, sino de alguien que escucha a la misma.


Más tarde, Scarlet se encontró siendo llevada por canciones acerca de la soledad y los corazones rotos. Era obvio que ella extrañaba a Damen, pero sintió que su separación era para mejor. Las cosas tomaban tiempo. Ella sabía eso, y con el tiempo y una buena música, ella sanaría. Ella escuchó atentamente, con los auriculares de gran tamaño reforzando su pelo negro con su piel de marfil. La música comenzó a desvanecerse y luego saliendo de la nada, explotó en su oído.


—¿Qué dem…? ―Ella gritó con ira, alejando los auriculares unas pocas pulgadas.


El Sr. Hood estaba sentado detrás de la registradora, a lo suyo, listo para acercarse. Scarlet volvió a escuchar, y apenas volviendo a la canción volvió a pasar. Ella miró alrededor, más allá del mostrador en la trastienda donde el Sr. Hood y su banda practicaban.


Era un espacio tosco, como un desván lleno de instrumentos y amplificadores. Ella vio a Eric parado allí, riéndose y luciendo como si estuviera en casa. Ella no quería alertar al Sr. Hood, por miedo a que metiera a Eric en problemas, así que usó una excusa para ir al baño.


—Hey —dijo el Sr. Hood—. Voy a salir.


―Está bien, voy a cerrar ―dijo ella.


―Confío en ti ―dijo él, y cerró la puerta echándole llave detrás de él.


Scarlet se sentía un poco incómoda, pero no lo suficiente como para irse.


―¿Qué estás haciendo aquí? ―Le preguntó a Eric curiosa―. No tengo permitido tener amigos aquí después del horario normal.


—Estaba pasando por aquí y te vi en la ventana —dijo él—. Sólo pasé para saludar.


―Podías haber usado la puerta delantera —dijo ella.


―Muy predecible.


Scarlet comenzó a jugar con una de las guitarras, tocando los acordes de una de sus canciones.


—¿Qué es eso?


—Oh, no, nada, una canción estúpida que escribí —dijo ella.


—Suena bien para mí —dijo ella.


—En realidad, había entrado en un concurso de la radio, pero fue descalificada por un conflicto de intereses —dijo ella, no queriendo ir muy lejos con los detalles—. Mi novio la introdujo, pero él trabaja en la estación, así que…


Eric lo entendió. Eso claramente significaba como mucho tener su canción en el concurso, y quería que fuese escuchada. Él pudo apreciar su decepción.


—Siempre hay un conflicto —él dijo vagamente.


—¿A qué te refieres? —preguntó Scarlet, pensando que su situación era bastante inusual.


—Entre chicos y chicas. ―Ella sonrió, sabiendo exactamente lo que él quería decir—. Escribí esta canción para una chica que me gustaba de verdad, pero rompimos incluso antes de que tuviera la oportunidad de tocársela —dijo él mientras pulsaba las primeras cuerdas.


—Eso es hermoso —asintió Scarlet—. Ella debió significar mucho para ti.


—Todavía es así —añadió Eric, todavía tocando.


—Te sigo —dijo ella, meciéndose al ritmo, sintiendo su música y sus emociones también.


—Mi sueño era presentarme en frente de una multitud —dijo Eric a Scarlet, la decepción en su voz contrastaba con la alegría de su música—. Pero ahora, todo lo que quiero es tocarla para ella.


—Nunca es tarde —ella replicó—. Aprendí eso de un muy buen amigo mío.


Mientras Eric continuaba tocando, Scarlet empezó a tararear una melodía y unas cuantas palabras y frases sobre ella. Scarlet vio un lado suave de Eric que no había visto antes. Ella lo estaba observando pero pensando en Damen mientras los versos de una nueva canción venían a ella.


Si ella no lo supiera, ella hubiese pensado que Eric lo había planeado todo de esa manera. En cuanto terminó la canción, Eric hizo un entusiasta propuesta que pensó podía ser bueno para los dos.


—Tal vez podemos trabajar en algo juntos —él sugirió—. Ya sabes, colaboración.


Scarlet no estaba segura de si “colaborar” era su manera de coquetear con ella. Esperaba que no, pero eso le recordó que ellos eran virtuales extraños solos en la parte de atrás de una tienda de discos con llave.


Ella no quería terminar en el noticiero de la noche, pero al mismo tiempo, se sintió cerca de él. Espiritualmente, más que cualquier otra cosa.


—No creo que esté lista —dijo ella, esperando responder a muchas preguntas, hechas o no, con el toque de un simple sonido—. Pero si fuese a colaborar con alguien, seria contigo.


—Simplemente pensé que ellos pudiesen reemplazar tu vieja canción en la competencia —Eric se alejó un poco, pensando que él podía haber sido muy directo—. Apuesto que a tu novio le gustaría eso.


—Él no es mi novio —dijo ella, escoltando a Eric fuera de la tienda—, ya no.




Mary y Beth salieron de la oficina de admisión para ser interrogadas acerca de Darcy.


—Ella no tiene idea de dónde está —comenzó Mary—, o por qué ella está allí.


—Ésa no es noticia —dijo Prue, mostrando su usual impaciencia con los hombres de baja clase—. Nadie lo hace.


—¿Ella te dijo cuál era la última cosa que recuerda haber hecho? —preguntó Pam, más calmadamente.


—Ella dijo que estaba tomando unas glamorosas fotos para el anuario de la Secundaria Gorey —añadió Sally—, pero eso es todo.


Le tomó un segundo, pero Charlotte lo adivinó. Había sido una fotógrafa muy ávida cuando estaba viva, sobre todo de Damen, es cierto, pero en sus estudios había encontrado unos pocos casos de personas que son propensas a ataques epilépticos por un flash.


Esa es una de las razones por las que siempre se atiene a la regla de la estrella de rock de ninguna fotografía con flash en el escenario. Eso y el hecho de que era mucho más difícil robar una foto de de alguien cruzando la habitación con una luz estroboscópica estallante.


—Ella debe haber tenido un ataque —conjeturó Charlotte—. Uno realmente malo.


―¿Cómo lo sabes? ―preguntó Beth, había un escalofrío de miedo en su voz.


―Algunas personas reaccionan de esa manera a los flashes —saltó Prue—. Fotosensibilidad.


—No sólo a la luz parpadeante —expuso Charlotte—, sino que las hormonas del estrés por la presión de lucir bella puede empujarte al borde.


—Si fue lo suficientemente malo que casi la mata —continua Pam—, su alma podía estar desvinculada de su cuerpo.


—Como Petula cuando entró en coma —estuvo de acuerdo Charlotte—. Excepto que Darcy probablemente revivió mucho antes.


—Pero todavía había bastante tiempo para que alguien o algo con muy malas intenciones entrada allí —dijo Pam.


—¿Alguien? —preguntó Mary, confundida con el resto de sus compañeras de clase—. ¿Quién quisiera hacer eso?


Charlotte, Pam y Prue se quedaron mirándose la una a la otra y dejaron que la pregunta estuviera en el aire y se pusieron a pensar.


—Vamos a necesitar la ayuda de todos —presionó Charlotte—, aquí en la oficina y en el baile de graduación.


—¿Promoción? —Se quejó Prue—. ¿Esta es tu manera de llegar allí?


Charlotte estaba un poco dolida.


—No es que tengas la mejor grabación —dijo Pam del lado de la boca hacia Charlotte—. No, es mi manera de llevar a Damen allí —respondió crípticamente a Charlotte.


—¡Ves a lo que me refiero! —exclamó Prue, levantando sus manos—. Ahora que estamos de vuelta aquí, ¿no es Eric?


―Te refieres a Darcy ¿no? —corrigió Pam, callando a Prue.


—Me refiero a los dos —respondió Charlotte—. Juntos.


Pam y Prue no estaban segura a donde iba ella, y las chicas Dead Ed no tenían ni idea acerca de Damen o la promoción, pero Charlotte era lo suficientemente persuasiva que todos estarían dispuestas a ir adelante para el paseo.


Otra vez.




Scarlet llegó a su casa desde la tienda de discos a un espectáculo inusual: su madre sentada en la cocina con una taza de té y con cara de preocupación. Lo que debería haber sido un evento bastante relajado parecía cualquier cosa menos eso a Scarlet, y ella habló.


―¿Mamá? ―preguntó Scarlet―. ¿Algo va mal?


―¿Has hablado con tu hermana últimamente? —respondió Kiki de una manera atípicamente críptica.


―No si puedo evitarlo —dijo Scarlet.


A pesar de la actitud sarcástica, Scarlet había tenido la intención de hablar con Petula por un tiempo ahora para mostrar cierta solidaridad a causa del motín de Wendys. Pero conmiseración con Petula era algo que nunca había hecho antes y dar el primer paso definitivamente esta comprobado ser un reto.


Scarlet se sentía como un mosquito en una playa nudista. Ella sabía qué hacer pero no sabía por dónde empezar.


—Ella tiene mucho encima —dijo Kiki—, y me preocupa que ella no esté pensando con claridad.


—Status quo  —dijo Scarlet, encogiéndose de hombros.


—Sin actitudes, por favor ―insistió su mamá—. Esto es serio.


—¿Serio cómo? —preguntó Scarlet con un poco mas de preocupación en su voz.


Quizás Petula se había vuelto stripper, lo que explicaría lo de las altas horas de la noche y los rumores acerca de su hermana deambulando por el centro. Mantenerla fuera de esa barra ha sido una preocupación permanente, pero hasta ahora sin fundamento de Kiki.


O, consideraba Scarlet, Petula podría haberse convertido en una ladrona de identidades, recogiendo a través de contenedores de basura los recibos de tarjeta de crédito. Scarlet rápidamente desestimó esta noción. Ella sabía con absoluta certeza, que Petula nunca quisiera ser alguien más.


―Ella quiere llevar a un indigente a la promoción —anunció Kiki.


Scarlet se estremeció como si hubiera sido golpeada por una pistola paralizante de un policía.


―Ella necesita alguien con quien hablar ―declaró Kiki—. Hazlo por mí.


Kiki siempre había respetado la chocante personalidad de su hija y nunca trató de forzar su relación.


Scarlet subió penosamente por las escaleras al cuarto de Petula, sin saber qué decir ni qué esperar. A medida que se asomaba por la puerta, Scarlet podía ver los trajes a juego de Petula, ya no ocultando su causa. Ella literalmente, estaba saliendo del armario ahora.


―¿Qué tal? ―dijo Scarlet, cruzando cautelosamente el umbral hacia el santuario de Petula. El cuarto era un desastre, desparramado de ropa y accesorios, cajones y armarios abiertos a medias, y ropa arrugada en la cama. Al igual que Petula, el entorno me parecía marchito.


Scarlet saltó adentro.


―Estamos muy orgullosas de ti por preocuparte, ¿pero un indigente? —preguntó Scarlet escéptica—. ¿Para la promoción?


―Prefiero pensar en él como un bohemio ―interrumpió Petula―. Además, ¿con quién vas tú? —Ese tipo de golpe normalmente sería el final de cualquier conversación seria entre ellas, pero Scarlet apretó los dientes y lo dejó ir, presionada por el amor de su madre.


—Sólo estoy tratando de entender qué es lo que pasa contigo —Scarlet ofreció gentilmente.


—Él es diferente —resopló Petula—. Y yo también. Simplemente mantente fuera de mis asuntos.


—Es un asco lo que las Wendys y el otro clon Darcy te hicieron —Scarlet ofreció con simpatía.


—No necesito tu lástima —replicó Petula, mezclando y combinando la ropa compulsivamente mientras hablaba—. Hice lo que hice. No hay excusas.


―Bien ―dijo Scarlet―. ¿Pero qué fue exactamente lo que hiciste?


Las hermanas se vieron la una a la otra por un largo momento, Petula buscando en vano una respuesta plausible.


De repente, Petula se quebró. No como un terremoto a gran magnitud, sino como una fisura pequeña, suficiente para que se esfumara el vapor emocional y psicológico que se había estado acumulando en su interior.


—He estado pasándola con los indigentes del centro de la ciudad —Petula gimió casi histéricamente—. Les he estado dando nuestra ropa vieja.


Esta explosión era tan diferente de Petula, que Scarlet no tenía idea de quién estaba en la habitación hablando con ella, tal vez, pensó, fue un intercambio o algo así.


—¿Por qué? ―Scarlet preguntó, completamente perpleja.


—He estado vistiéndolos —confesó Petula convulsivamente a través de sus lágrimas, como si estuviera vomitándolos pecados que había estado escondiendo durante toda su vida—. Me estoy convirtiendo en una, una…


Petula apenas podía hablar. Su lengua estaba hinchada y la garganta se cerraba, como si ella se ahogara por la sola idea de la bondad que había venido mostrando.


—¿Humanitaria? —Scarlet sugirió en voz baja, poniendo sus manos como un boxeador en el caso de que Petula se ofendiera y atacara.


—¡Sí! ―gritó Petula con obvio dolor, cayendo en su cama y golpeando sus almohadas una y otra vez con los puños cerrados—. Un crujiente, considerado, sangrado corazón.


―Eso no es tan malo ―dijo Scarlet, torpemente tratando de consolar a su hermana.


―¿No es tan malo? ―escupió Petula―. ¡Soy prácticamente una hippie, por el amor de Dios!


—Casi —pensó Scarlet, mirando a la parte posterior de las piernas depiladas y permanentemente bronceadas de Petula, que terminaban directamente en unos tacones de aguja de diez centímetros.


—Mis amigos, mi reputación, mi marca. —Se quejó Petula—. Todo se fue.


―Ellos no son tus amigos ―dijo Scarlet―. Ellos son mercenarios.


Petula hizo una nota mental de que Scarlet dejaba su reputación y su marca desapercibidas.


—Esta es tu forma de eliminar las toxinas de tu vida —aconsejó Scarlet—. Al igual que esas bebidas alcalinas, las dietas de “no masticar” con las que te torturas.


—Tal vez, pero todo lo que sé es Hawthorne va a tener el mejor vestido de un vagabundo en el mundo —dijo Petula—, y voy a estar equipada con una camisa de fuerza y un par de zapatos de baño de papel maché.


—Ese podría ser un gran nuevo look para ti. —Se rió Scarlet, consiguiendo una sonrisa de Petula.


―La vida no es justa ―dijo Petula finalmente después de una larga pausa―. No todo el mundo merece la mano que le da, buena o mala.


Petula dejó lo que estaba haciendo e inconscientemente abrazó la camisa que había estado inspeccionando cerca de su pecho. Este es exactamente el tipo de pábulo genérico para sentirse bien que le habría enviado en cólera unos meses antes.


Scarlet vio agua en los ojos de Petula y los labios comenzaron a temblar y se dio cuenta de que la afición de su hermana tenía mucho menos que ver con su propia situación o la mala suerte en este mundo, que cuando con lo que pasó en la otra.


—Virginia, no fue tu culpa —comenzó Scarlet sombríamente


Petula se congeló. Scarlet entendía mucho más de lo que ella pensaba, posiblemente más de lo que ella entendía.


—Y todo los trucos a las personas sin hogar en el mundo no van a traerla de vuelta.

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