dimarts, 12 d’abril del 2011

Nevermore - cap 4

Capítulo IV - Sin titulo

Isobel miró su móvil en busca de llamadas perdidas, a la mañana siguiente.


Ninguna.


¿Mensajes? Ninguno.


Al parecer, las bromas habituales habían ocurrido sin ella y tal vez peor, nadie le había llamado para un: "Oye, ¿dónde te metiste?" o "¿Cómo es que no fuiste?”


No había ninguna llamada de Brad o Mark. Ni una sola llamada de su grupo; ni de Stevie ni de Nikki o incluso de Alyssa que era generalmente la que ponía paz en su grupo.


Los aborrezco a todos ellos.


Dejó su teléfono a un lado, decidió olvidarse del trabajo, pero después de darse una ducha y comerse una barra de cereales, cedió a las ganas de llamar a alguien. Aún no estaba lista para hablar con Brad, llamo a Nikki en su lugar.


El timbre familiar de Nikki zumbaba en el oído derecho de Isobel, una canción de pop sobre un jugador y una chica. Isobel se apoyó en el cabecero escuchando los tonos de llamada. La canción continuó, rodó sobre su estómago, y se colocó encima de su almohada. Agarró la Magic 8 ball* de la mesita. Agitando miró la bola preguntando ¿Responderá Nikki al teléfono?
El pequeño triángulo se ilumino con una respuesta criptica válida para todas las preguntas: “Pregunta de nuevo más tarde”. Isobel resopló. Ella estaba a punto de colgar cuando la canción se detuvo y habló Nikki.


— ¡Izzy!


Isobel se sentó, dejando la Magic 8 Ball rodar a un lado.


—Eres una chivata. ¿Sabías que...?


—Oye, ¿dónde estuviste anoche? —Preguntó Nikki , su voz permanecía serena. —Stevie superó en puntuación a Mark en el Borg X.


—Nikki, te dije que no dijeras nada de lo ayer. Brad esta enfadado y tuvimos una pelea.
Hubo un largo silencio al otro lado y Isobel esperó imaginando a Nikki reflexionando. No hay duda de que ella estaba usando el tiempo muerto en emplear el Photoshop, aerógrafo y capa de brillo para una buena respuesta.


—No—Dijo al fin— Me dijiste que no le contara nada a Brad. Y no lo hice.
—Se lo dije a Mark.


— ¿Por qué?


— ¿Por qué no? Solo le dijo a Brad que habías hablado con el chico.


—Nikki, nadie se habría enfadado, si no hubieras dicho nada.


—Que más da, —dijo Nikki. —Oye, vamos a ir hasta el Double Trouble. Brad viene también. —Nikki lo dijo con su voz empalagosa — Estoy segura de que si no le dijeras nada, a él se le pasaría e iría a buscarte.


—No puedo.


— ¿Por qué no?


— Tengo que… Tengo una cita con el dentista.


La mentira estaba fuera antes de que pudiera detenerla.


— ¡Bah, mentirosa! —Dijo Nikki, Isobel podía oír en su voz que ella no se lo creía. No, Nikki la conocía bien y sabía que Isobel quería evitar a Brad.


Por supuesto, no era algo que quisiera decirle a Nikki. Que ella había hecho otros planes. O, más importante, con quien los había hecho. Si bien ella realmente no los había hecho de por sí.


Isobel negó con la cabeza, con la frente arrugada. Se sentía rara, mintiendo a sus amigos, por un proyecto estúpido.


—Ah, bueno —Dijo Nikki, rompiendo el incómodo silencio.


Isobel agarró el edredón rosa arrugado. ¿Desde cuándo entre ellas se producía incómodos silencios? —De todos modos—Continuó Nikki —Si cambias de idea llámame o si se te pasa el mal humor.


—Bueno, quizás más tarde—Murmuró Isobel .


—Más tarde.


Hubo una pausa, ninguna de los dos quería poner fin a la llamada.


—Adiós —Dijo Nikki.


—Adiós—Contestó Isobel, tratando de sonar más alegre de lo que se sentía.


Esperó, fue Nikki quien colgó.


Esa tarde, Isobel tuvo que ir hasta a la biblioteca con su padre. Él la dejó por la entrada lateral, cerca de la estatua de la solemne cara de Abraham Lincoln, diciendo que volvería a recogerla en algún momento en torno a las tres, después de su corte de pelo.


Isobel se apresuró escaleras arriba y apenas se despidió de su padre antes de entrar para comenzar su búsqueda de Varen. Después de pasar casi quince minutos de mirar en las mesas de las salas de estudio, finalmente lo encontró en el segundo piso.


Era evidente que había elegido a propósito un lugar fuera de la vista, en una esquina lejana más allá de la 800. Isobel se sintió intranquila. Dejó caer su mochila en la mesa y se sentó.


Él levantó la mirada con sus ojos solamente, mirándole a los ojos. Un destello suave de las lámparas de la mesa se reflejó en el pendiente del labio. Jugó con él y tenia un gesto como de al final me encontraste.


Él la miró mientras ella se sentaba en el asiento mullido enfrente de él y a su vez, ella miró el enorme libro que había sobre la mesa.


—Así que—. Ella aclaró su garganta. — ¿Qué hacemos?


Hubo un prolongado silencio de nuevo, necesitaba tiempo para contemplarla o no podía dejar de mirarla.


—Nosotros, —dijo al fin —, estamos haciendo nuestro trabajo sobre Poe.


Cogió el gran libro y lo empujo hacia ella .Con un dedo le señalo un foto pequeña en blanco y negro. La imagen era el retrato de un hombre flaco, con grandes cejas, pelo rebelde y un pequeño bigote negro. Sus ojos parecían tristes, desesperados y salvajes, todo al mismo tiempo. Hundido y con sus enormes ojeras, parecía gemir de tristeza.


Para Isobel, tenía el aspecto de un paciente, bien vestido, de un tratamiento mental que necesitaba dormir.


Ella se hundió más en su silla, mirando la hoja.


— ¿No se casaría con su prima o algo así?


—El hombre es un dios de la literatura y ¿eso es todo lo que tienes que decir?
Ella se encogió de hombros y cogió un libro del montón de la mesa. Lo abrió, hojeó las páginas, mirando hacia él. Él Se inclinó hacia delante sobre la mesa y escribió algo en un bloc de notas amarillo, encima de su libro de tapa dura negro. Sus ojos se posaron en el libro. Ella no podía dejar de preguntarme si era una especie de revista o algo porque parecía llevarlo con él dondequiera que iba.


— ¿Quién es Leonor? — Preguntó ella, pasando otra página. — Él dejó de escribir, levantó la vista. Miró.


— ¿Qué? ¿He dicho algo malo?


—Su amor muerto —Respondió finalmente.


— ¿Poe?


—El narrador.


—Oh —Dijo ella, preguntándose si había diferencia, pero sabía que era mejor no preguntar.


Ella cruzó las piernas y se sentó mejor en su asiento. —Así que, ¿cómo vamos a hacer la parte de la presentación? ¿Como si fuera la chica muerta?


Era broma, algo para ayudar a aplacar su defensa espinosa.


—Nunca podrías ser Leonor —Dijo, volviendo a sus garabatos.


Ante esto, Isobel se mofó abiertamente, tratando de decidir si había sido insultada. — ¿Sí? ¿Por qué no?


—Por un lado, —dijo, sin dejar de escribir, —no estás muerta.


—Oh—respondió ella—, ¿así que tú vas a hacer de Leonor entonces?


Él alzó la vista. Isobel sonrió, balanceándose hacia adelante y hacia atrás en su silla giratoria.


Dejó de escribir, seguido de un parpadeo lento antes de que dijera: —Hablando de la presentación, tengo algo escrito.


Sacó una hoja y la puso delante de ella.


Isobel cogió el papel. Recostada en su silla, lo miró por encima del borde superior cuando se inclinó para extraer una carpeta de color púrpura oscura de su mochila.


—Anota estos debajo—Dijo, poniendo la carpeta a un lado y volviendo su atención hacia el libro señalando con la uña del pulgar.


Isobel sacó su mochila del regazo, miró a su alrededor buscando su bolígrafo.


—La caída de la casa de Usher —Dijo y comenzó a escribir en la hoja de papel, justo debajo de donde él había escrito ya "Trabajos importantes".


—La máscara de la Muerte Roja. Eso es "masque " con q —Dijo e Isobel escribió a toda prisa la palabra "Usher", puso una r extra por torpeza.”Ushrr".


—El asesinato.


— ¡Espera! — Dijo, escribiendo.


Él esperó.


—Muy bien —Dijo, terminando con "la muerte". Ella arrugó la nariz ante la palabra.
¿Por qué se sentía como si estuviera haciendo el epitafio de alguien?


—Los crímenes de la rué Morgue —Continuó.


—Este hombre tenía algunas cuestiones importantes —Murmuró Isobel mirando el papel y sacudiendo la cabeza mientras escribía.


—Así es como la mayoría de las personas eligen verlo—Dijo. —Lo siguiente es 'El cuervo'.


Isobel dejó de escribir. Levanto el bolígrafo del papel, miró hacia arriba. —Bueno, ¿cómo puedes elegir verlo?


Sus ojos destellaron en el libro abierto para mirarla de nuevo, una versión suavizada de su revelación de la muerte.


—Es una pregunta legítima, —ella dijo. —Y totalmente tiene que ver con el proyecto.


Ella sonrió de manera maliciosa, pero él no le devolvió la sonrisa. Isobel sabía que no era exactamente del tipo de Ronald McDonald, pero ella deseaba que sonriera.


—Tal vez él sabía algo que el resto de nosotros no —Dijo. Abrió la carpeta púrpura y sus ojos buscaron en las hojas.


— ¿Cómo qué? — Preguntó ella, realmente curiosa.


Durante un largo rato, no dijo nada, Isobel cogió el bolígrafo de nuevo, pensando que estaba haciendo caso omiso de ella para que volviera a trabajar. Esperó a enterarse del próximo título horrible.


—No sé —Dijo sorprendiéndola.


Ella lo miró pensativa mientras él miraba hacia el libro abierto, al igual que esperaba que se retirara el pelo de la cara para que siguiera hablando. Había algo extraño en la forma que había hablado. Algo así como, tal vez él lo sabía, o al menos tenía una idea.


— ¿Cómo murió? —Preguntó.


—Nadie lo sabe.


Era su turno para meditar lenta y pacientemente.


Parecía señalar su escepticismo, suspiro antes de continuar. —Él fue encontrado semi-inconsciente, tendido en una cuneta, en Baltimore. Alguien lo llevo desde una taberna cercana Algunas personas dicen que en realidad lo encontraron en la taberna.


Isobel escucho, jugando con el bolígrafo entre sus dedos.


—Él estaba en su casa de Richmond, rumbo a Nueva York, cuando desapareció durante cinco días. Desaparecido por completo —Dijo. —Él nunca llegó y dicen algunas personas que por cualquier razón, trató de dar marcha atrás. Luego, cuando lo encontraron en Baltimore, no podía explicar lo que había sucedido porque no dejaba de entrar y salir de la inconsciencia. Pero él no dio ninguna explicación razonable.


— ¿Por qué? —Preguntó Isobel, su voz era tranquila. — ¿Qué dijo?


Varen levantó las cejas y echó su mirada hacia una de las ventanas cercanas, con los ojos cerrándose por la luz.


—Nada que tuviera sentido. Cuando se lo llevaron al hospital, habló con cosas que no estaban allí. Luego, el día antes de su muerte, comenzó a gritar a alguien. Pero nadie sabía a quién.


— ¿Y entonces él se murió?


—Después de unos días en el hospital, sí, murió.


— ¿Y nadie supo dónde había estado o qué le pasó? No me gusta, en absoluto


—Hay un montón de teorías— Dijo. —Es por eso que estamos con en el proyecto.


—Me gusta, ¿cuáles son las teorías? —Preguntó.


—Bueno—. La silla de Varen crujió cuando él se echó hacia atrás. Sus ojos se distanciaron de nuevo y por primera vez, miro hacia la puerta de hierro que no parecía que tuviera más de una pulgada de grosor. —Muchas personas se aferran a la teoría de que bebía antes de su muerte.


Isobel se distrajo mirando sus manos. Nunca había visto un chico con las manos así, con delicados dedos, hermosos pero masculinos. Tenía las uñas demasiado largas, casi cristalinas, y limadas. Eran el tipo de manos que uno esperaba ver salir de unos puños de encaje, como de Mozart o alguien así.


—Era día de elecciones, — dijo, —así que mucha gente cree que fue drogado y se utilizó como una advertencia a los votantes. Esa es una de las teorías más populares. —Él se encogió de hombros. —Algunas personas incluso dicen que fue la rabia, sólo porque a él le gustaban los gatos.


—Sí, pero no han sido capaces de decir si había estado bebiendo.


—Las pruebas se confundieron —Dijo. —Tenía enemigos. Se extendieron una gran cantidad de rumores.
—Entonces, ¿qué crees que pasó con él?


Para sorpresa de Isobel, él hizo una cara como que esa pregunta le molestaba. Con sus cejas fruncidas, su mirada oscura y frunció el ceño. —No sé, — dijo. —Creo que muchas de esas teorías son demasiado convenientes. Pero al mismo tiempo, no tengo ninguna propia.
Paso un momento. Un hombre calvo con un traje gris se levantó de una mesa cercana. Recogiendo sus libros, paso al lado de ellos, caminando a través de las filas, dejándolos aún más solas de lo que habían estado antes. Un silencio palpable, tomó su lugar y parecía condensar el aire entre ellos.


Isobel se volvió para abrir otro de los libros de la mesa, este era pequeño y tan delgado como una revista.


Abrió la boca, dispuesta a decir algo, aunque ella no sabía el que. Cualquier cosa para romper el silencio.


Él la sorprendió, cuando sin previo aviso, se levantó de la mesa.


—Voy a buscar un libro, —dijo señalando con un gesto rígido el libro que sostenía, — mira a ver si puedes encontrar el poema "Annabel Lee". Tengo que ir hasta las estanterías.


Sin poder hacer nada para ayudar, esbozó una pequeña sonrisa, Isobel levantó una mano haciendo un saludo. —Sí, capitán sí señor. Mi capitán.


Se dio la vuelta. —Época correcta, — murmuró, —poeta equivocado— y luego desapareció entre las estanterías.


Cuando se perdió de vista, Isobel cerró el pequeño libro de poesía y se inclinó hacia delante.
Ella alejo el bloc de notas y levantó la tapa dura de su libro negro. Ella lo abrió un poco y miró hacia las estanterías hacia donde se había ido él. No lo vio, volvió sus ojos al libro, se levantó un poco para tener una mejor visión.


El libro crujió cuando ella lo abrió del todo. Fue fácil, era como si estuviera mas veces abierto que cerrado.


Las frases en púrpura cubrían cada centímetro de papel blanco. ¿Por qué con tinta púrpura? De todos modos, era la letra más bella que Isobel había visto nunca. Cada trazo y cada rizo conectados limpiamente como para hacer la escritura en sí tan perfecta y uniforme como una letra impresa. Eso la desconcertó cómo alguien podía sentarse y tomarse el tiempo para formar las letras tan meticulosamente. Miró a su alrededor antes de pasar la página, confirmó sus sospechas, se encontró con mas partes escritas. Era del tipo de Shakespeare.
En algunos lugares, había grandes espacios donde se había escrito en torno a los dibujos. Eran más bien dibujos sueltos, en realidad, las líneas no eran determinadas, le extrañaban los bocetos también. Las personas con el pelo revuelto y con rostros como si fueran de vidrio. Ella pasaba las páginas, esta vez atreviéndose a leer un poco de lo que había allí.




[i][center]Se puso de pie en la niebla, le esperaba de nuevo, siempre en el mismo lugar.[/center][/i]




Isobel levantó la vista, inclinándose un poco para intentar ver a través de las estanterías y los montones de libros para ver cualquier indicio de él. No había rastro de él. Debe de haber ido a las estanterías más lejanas de la biblioteca. Sus ojos volvieron a la página, buscando el lugar donde lo había dejado. Ella había leído un poco más. No era como un diario personal o cualquier otra cosa, ¿verdad?
[i][center]
Él siempre le hacía la misma pregunta.


— ¿Qué quieres que haga?




Ella nunca contestó. Ella no podía. Todo lo que podía hacer era quedarse con la mirada fija, llegar a él solo con la mirada, jalándolo para ahogarse en el pesar de esas piscinas negras sin fondo.
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El libro se cerró de golpe. Isobel primero se quedó mirando los dedos con anillos de plata que presionaban la tapa, luego, gradualmente, sus ojos viajaron hasta el brazo vestido de negro y luego más lejos aún, hasta que miró de mala gana sus ojos. Vio desprecio y la forma en que la miro la hizo sentir como si en cualquier momento la iba a estrangular.


—Yo estaba...


—Fisgoneando— Él cogió el libro de la mesa y lo metió en su mochila.


—No vi nada—Mintió, mirando el título del libro que acababa de traer. Los secretos del sueño lúcido. Pero también, fue arrancado rápidamente de debajo de sus ojos.


—Me tengo que ir —Dijo, colgando su mochila al hombro.


—Espera. ¿Qué pasa con el trabajo?


Señaló una lista de títulos. —Comienza a leer, —dijo—Tienes carnet de la biblioteca, ¿no?.


Sin esperar respuesta, se volvió, desapareciendo una vez más entre las estanterías.

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