dimarts, 12 d’abril del 2011

Nevermore - cap 1

Capítulo I - Asignado

En la cuarta hora de clase, la energía que daba el café latte de la mañana ya hacía rato que había desaparecido. Isobel bostezó, estaba cerca del final de la clase y se movió en su asiento en el momento en que el Sr. Swanson habló monótonamente acerca de la envidia, de Desdémona* y de su 
mente. Volvió al diseño que hacía en su cuaderno de espiral de color azul.


—Y con eso—, dijo Swanson, cerrando su libro de texto al igual que el resto de la clase, —vamos a dejar la discusión acerca de Iago* y su honestidad para el lunes. 


Isobel se enderezó en su asiento, se tocó un mechón del pelo rubio hasta el hombro y cerró el libro con gusto.


—Pero esperen, esperen, —dijo por encima del rumor y el ruido producido al arrastrar las sillas. Levantó y bajo las dos manos a través del aire, como si tal movimiento de alguna manera tuviera el poder de calmar el ambiente y restablecer el estupor isabelino; inspirado en la literatura que había estado enseñando a todos.  


Los chicos preparados para el almuerzo y ya casi listos para marcharse, se sentaron de nuevo, sus 
traseros volvieron a colocarse en las sillas como si les atrajera un imán. A su alrededor, se quitaron las mochilas de los hombros y apoyaron la barbilla en las manos.


Deberían haberse dado cuenta. —Pensó Isobel con ironía. Swanson no deja salir temprano. Nunca. Y menos en la cuarta hora.


—No seáis ansiosos, tranquilos, — advirtió blandiendo un montón papeles que Isobel sospechó que estaban recién salidos de la fotocopiadora. 


—Siguiendo el plan de estudios fielmente, les voy a repartir estas hojas —gritó, lamiendo un dedo y hojeando las primeras copias. Con las yemas de sus dedos húmedas, repartió un montón y luego el siguiente.


Isobel palideció mientras observaba los papeles de camino hacia ella, y esperaba tener la suerte de que no le tocara alguno con saliva de Swanson.


—Lo hemos evitado el tiempo suficiente—. Hizo una mueca de arrepentimiento falso. —Ahora, estoy seguro de que ya no se puede esperar más. Bueno, aquí está. Es mejor acabarlo para principios de año, digo yo. Lo habéis adivinado, el proyecto Swanson. —Él anunció esta última parte con alegría, casi como un loco y con una sonrisa difusa debajo de su hirsuto bigote de color blanco grisáceo.


Se oyeron gemidos en el aula. Incluso Isobel reprimió el suyo en el fondo de su garganta. Los proyectos llevan tiempo. Bastante tiempo.


—Este es un proyecto de parejas, —continuó Swanson, el plazo máximo de entrega será el último viernes del mes. Eso es Halloween, para aquellos que no tienen su iPhone o Blackberry o Kicksides o un calendario de mano, que espero por su bien que así sea.


El aburrimiento que tenía hace sólo un momento hizo que los miembros de Isobel estuvieran pesados y su mente funcionara lentamente lejos de ella en un rápido zumbido, como el 
paño de un mago.


¿Dijo Halloween? Uh, sí, ¿dónde estaba su calendario? ¿No sabía que era la noche del partido de fútbol contra  los Millings? Levanta la piedra, Swanson. Danos un respiro.


Isobel cogió con fuerza el bolígrafo. Mantuvo la mirada fija en su profesor de inglés, con todos los diales sintonizando el canal Swanson.


—Este proyecto—dijo—va a estar compuesto de una presentación y un documento detallado de diez páginas. Cada pareja seleccionará a un famoso autor estadounidense; cualquier escritor estadounidense. Aunque, con  el espíritu de Halloween, vamos a asegurarnos de que estén muertos, ¿de acuerdo? En otras palabras, no Reyes Esteban, Heather Graham, o James Patterson. Además, esta es una tarea a realizar fuera de clase, ya que actualmente estamos con Otelo.


¿Diez páginas? Diez páginas. Eso fue épico. Eso era. . . el maldito discurso de Gettysburg. ¿Swanson 
realmente iba a sentarse y leer todos esos trabajos? Probablemente, pensó. Y adorará cada minuto de ello también. 


Ella no lo entendía. ¿Por qué Swanson tenía que asignar un gran proyecto para el día del partido? Nadie había mandado ningún trabajo para esa semana. Podría haberles dejado al menos ese fin de semana.


Siempre le sorprendía que los profesores parecieran pensar que los estudiantes no tenían vida fuera de la escuela.  No lograba hacerse la idea de llegar a casa después del ensayo de animadoras, cenar, y garabatear algo en el montón de tareas que ya tenía. Terminaría prácticamente a la hora de ir a
 la cama.


Isobel comenzó un análisis inmediato del aula. Esto era serio, necesitaba encontrar alguien que le facilitara el trabajo. Miró al grupo de Julie, extraordinariamente organizados, y comenzó a planificar una estrategia para conseguir unirse al grupo, cuando el Sr. Swanson habló de nuevo.


—Para su información— comenzó, con la lista de la clase preparada en una mano, la barbilla inclinada hacia abajo y los lentes de montura metálica encaramados en la punta de la nariz —Estoy tratando de hacer algo diferente este año con la esperanza de que amplíen sus perspectivas y mejoren los resultados generales del proyecto. Dicho esto, voy a tomarme un momento para incluir una  pequeña norma, las parejas se harán al azar. Así que después de leer los nombres de la lista podrán reunirse y compartir ideas entre ustedes, y luego ir a almorzar. Josh Anderson y Ricks Ámbar. — Isobel sintió que se le desencajaba la mandíbula.


Espera, pensó. Sólo espera. Las parejas aleatorias son tan de tercero.  No podía ser en serio. 


—Katlyn Binkly y Sato Alanna, —continuó. —Luego tenemos a Todd, y a Jenkins Romelle.


A su alrededor, aquellos cuyos nombres habían nombrado se levantaron para reunirse con sus parejas. Isobel quedó totalmente sorprendida por su buena voluntad. ¿En serio? ¿Era la única que sentía la injusticia? ¿Nadie iba a decir nada?


—Lanley Isobel y Nethers Varen.


Ella sintió que se le contraía el pecho.


Oh, no. De ninguna manera.


Volvió la cabeza lentamente y miró largo rato hacia el extremo opuesto de la habitación. Él estaba sentado en la última fila, contra la esquina, desplomado en su asiento y mirando al frente a través de su flequillo negro. Llevaba pulseras de cuero negro con hostiles tachuelas plateadas.


Esto no puede estar pasando.


Se olvido del hambre, sintiendo crecer un malestar en su interior, mientras se preguntaba cuáles de los muchos rumores acerca de ese freaky eran ciertos. Por un momento pensó seriamente en solicitar a otro compañero, pero sabiendo cómo era Swanson, se dio cuenta que este podría enviarla a volar tan rápido y bien como un pedazo de rollo de carne de la cafetería.


Isabel frunció el ceño y se mordió el labio. Tal vez, sólo tal vez, todo esto no sería tan malo. Sin embargo, al mirarlo otra vez, pensó lo contrario.


Perdido con su mirada oculta bajo su pelo teñido de negro, ni siquiera había notado su presencia, eso sin contar el hecho de que —hola—  se suponía que debían usar este tiempo para hablar sobre cómo hacer el trabajo. Se preguntó si debía levantarse e ir hacia él, ya que no parecía que él tuviese alguna intención de acercarse hasta ella en algún momento.


Resignada, Isobel  se levantó y recogió su cuaderno. Buscó a tientas la correa de su mochila, mientras su mente volaba recordando todos los rumores vinculados con su nombre. Había rumores de que a veces hablaba solo, que practicaba la brujería, que tenía un mal de ojo tatuado en su omóplato izquierdo. Que vivía en el sótano de una iglesia abandonada. Que dormía en un ataúd. Que bebía sangre.


Ella se le acercó con paso firme, de la misma manera en que alguien se acercaría a una serpiente dormida.


Repantigado en su asiento, con un brazo sobre el escritorio, él parecía solo una línea negra, con sus gastadas botas atadas en los tobillos. Cubrió con el brazo la portada del  libro negro de tapa dura en el que ella le había visto sumergirse hasta desaparecer más de una vez durante la clase. 


De hecho, siempre parecía como si estuviera anotando o dibujando algo en sus páginas, aunque sólo quedaba adivinar qué. Y tal vez lo que hacía que todo eso fuera tan raro, era que Swanson jamás se 
lo había pedido, o le había hecho leerlo en público o responder preguntas sobre eso. Y lo más raro de todo, es que nunca nadie comentó nada sobre la actitud de Swanson al respecto.


Isobel caminó un poco a la deriva, manteniendo  una distancia segura y sólida. Esperó, desplazando su peso de un pie a otro. ¿Qué se suponía que tenía que decir? ¿Hola, compañero?


Echó un vistazo al reloj en la pared. Quedaban solo siete minutos para el almuerzo. puaf, pensó mientras iba acercándose. El continuaba simplemente sentado allí, actuando como si ella no existiera. Su entusiasmo era inexistente.


—Mira, yo no voy a hacer el trabajo sola, —dijo al fin, con la decisión de romper el hielo en lugar de decirle el típico “para tu información”.


Él no se movió, pero habló.


— ¿Yo dije eso?


Isobel sintió una punzada de sorpresa al oír el sonido de su voz. Era como si hubiera esperado que estuviera hecho de cera. Su voz era tranquila, baja y razonable y no ronca como ella asumía que sería. Nunca había hablado en clase antes, no recordaba que lo hubiera oído alguna vez.


—No—dijo ella, con rigidez, intentando mantener la calma. Nikki no se creerá esto, pensó. ¿La habían conseguido emparejar con el rey de los de los godos?, hablando de titulares de prensa…


—Solo quería dejarlo claro. — Dijo mientras aclaraba su cabeza — Quiero decir… porque tú, de hecho, no dices nada.


Se sintió tonta por ser la única persona en la sala de pie, Isobel finalmente se sentó al lado de él, su mirada recorrió el aula.


Un murmullo comenzó entre los grupos, el volumen aumentaba conforme todo el mundo conversaba intercambiando ideas. Después de intercambiar hojas de papel con garabatos, dos grupos incluso se levantaron y se fueron. Y allí estaba ella, todavía atrapada tratando de comunicarse con un 
miembro de los muertos vivientes.


Su mandíbula estaba apretada. Estaba empezando a pensar que lo que había dicho el Sr. Swanson respecto a que la elección de las parejas había sido "al azar", era un montón de mierda. Esta  era  probablemente su idea de una gran broma, su manera de vengarse de ella por no entregar el estúpido trabajo de Don Quijote.


—Podríamos exponer nuestras ideas para el trabajo —Dijo él, atrayendo su atención a ese pequeño rincón del aula —Tampoco creerás que lo voy hacer todo yo.


Volvió la cabeza y la miró. 


Ella se congeló, bloqueada por la intensidad de su mirada. Tenía los ojos profundos y fríos, de un color verde jade pálido, pintados con delineador negro. Su mirada se centró en ella, sin pestañear a través de los mechones de su pelo negro azabache, y se sentía como ser observada a través de una jaula por un gato complaciente y calculador.


Sintió un profundo malestar.


¿Quién era este chico y cuál  era su problema? Su mirada se desvió brevemente hacia el pequeño aro de metal que llevaba en la esquina de su labio inferior.


Él parpadeó una vez, luego, lentamente, levantó una mano y le hizo señas con su dedo. Isobel vaciló, pero luego, como si la hubiera hechizado para obedecer, se acerco más.


— ¿Qué estás mirando? —Susurró.


Ella retrocedió, con su rostro sonrojado. Dejó de mirarlo y levantó la mano. Auxilio Swanson. ¿Me copia? Pensó


Hubo un tintineo suave de cadenas detrás de ella. Isobel se puso rígida. Bajó la mano y miró hacia arriba, encontrándolo de pie al lado de ella, alto y pálido.


Ella reprimió una protesta cuando le agarró la mano entre las suyas. Se quedo boquiabierta al sentir sus dedos comprimiendo su mano. Se quedó mirando, sin pestañear, al pelo negro que apareció de la nada y notó que su piel era tan fría y cortante como sus ojos. Oh Dios. Estaba escribiendo en su mano. Trató de hacer un ruido, pero no pudo. 


Su rostro permanecía impasible mientras hacía pequeñas líneas, con un bolígrafo. La presión constante del bolígrafo le hizo cosquillas, e hizo que se le hiciera un nudo en el estómago.


Todo lo que podía hacer era mirar un enorme anillo de plata con forma de dragón, en su dedo del medio. Cuando por fin terminó, le soltó la mano y como estocada final le dio una mirada fría que casi parecía una amonestación. Dio media vuelta, agarró su libro negro, colgó su mochila de cuero en su hombro.


—No me llames después de las nueve, —dijo, se metió el bolígrafo detrás de la oreja y salió del aula.


La cara de Isobel estaba roja. Su piel se había estremecido cuando él la tocó, como con un imperceptible escalofrío, pero no podía estar segura de si se lo estaba imaginando. Al mismo tiempo, las puntas de sus dedos se habían dormido de alguna manera.


Ella hizo un inventario rápido, primero de sus sentidos, a continuación, de la gente que todavía estaba en el aula, con el temor de que alguien se hubiera dado cuenta, se sorprendió de que nadie  lo hubiera visto. Incluso el ojo de águila de Swanson no se había dado cuenta, estaba en su mesa sentado comiendo un sándwich y hojeando el periódico escolar, el Hawk’s Call.


Isobel  miró de nuevo la mano.


En tinta color púrpura profundo,  había escrito "V-555-0710."

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