dimarts, 12 d’abril del 2011

Nevermore - cap 2

Capítulo II - Marcada

— ¿Así que vas a decírselo a Brad? — preguntó Nikki, con un resplandor demasiado ansioso en sus hermosos ojos color zafiro.


Isobel marcó su combinación, luego pateó la abollada esquina de su casillero. La puerta se abrió de golpe, enviando su bolso de maquillaje hacia afuera, golpeando el suelo con un ruido sordo, sus contenidos desparramándose.


—No— dijo quedamente, y se agachó para recoger su sombra de ojos, el pastel de color bronce en su interior se había separado en pedacitos. Emitió un gruñido-suspiro, metiéndolo todo de nuevo en la bolsa, y aún así pudiendo ver de reojo los números de color violeta oscuro que se veían como una insignia contra su piel.


— ¿Por qué no? —


—Porque, — Isobel dijo, —Creo que al Sr. Swanson le agrada el chico, y de cualquier manera, tengo que lograr una buena calificación, por aquel trabajo que no hice—.
Isobel se levantó para colocar el bolso en su casillero cuando Nikki la detuvo, tomándola de la muñeca, sacudiendo su mano.


—Izzy, — dijo ella — ¡Mira esto! Él escribió en ti. Es como si estuviese marcándote como su próxima víctima o algo.


Isobel retiró la mano.


— ¡De acuerdo! — dijo, colocándose un mechón de pelo rebelde detrás de la oreja. 
—Ya hemos establecido que él es un bicho raro. Así que sólo dejémoslo así. Brad no necesita saberlo—.


Saltó, cortando la respuesta que Nikki tenía preparada, asustada por una misteriosa mano, que, con el tintineo de unos brazaletes, apareció desde el costado de la puerta abierta del casillero.


La mano sostenía el tubo perdido de brillo labial de frambuesa de Isobel entre un juego de largos dedos.


Isobel tomó el brillo y lo dejó dentro de su casillero, a punto de murmurar un rápido gracias, cuando Nikki interrumpió, agarrando su muñeca otra vez.
—Quiero decir, ¡mira esto! — dijo, trayendo la mano de Isobel a su nariz, escrutando los números como si escondieran un mensaje oculto. —Probablemente significa que has entrado a su lista negra o algo así. Me refiero a que, el chico es totalmente parte de la Mafia de la Gabardina—.


Isobel retiró su muñeca del agarre de Nikki una vez más y envió una mirada mordaz a su amiga.


—Nikki, ¿estás bromeando? Es un número de teléfono—.


—Sí, lo sé. Eso es lo que estoy diciendo. Fuiste marcada, y ahora él va a dejar animales muertos en tu porche y a ciber-acosar tu página de Facebook—.


—No es así— Isobel suspiró de nuevo. —Sólo nos atascamos juntos por esta… cosa—.
Miró dentro de su casillero abierto mientras cambiaba sus libros.


Para ella, la presencia de Varen Nethers, también conocido como “ese chico”, siempre había sido como una sombra efímera, una entidad extraña que flotaba por los pasillos, nunca queriendo ser molestado. Es toda la verdad, él no se había cruzado por su mente más que un puñado de veces, sólo cuando alguien elegía sacar a relucir los más locos chismes de góticos. Nunca había tenido una clase con él hasta este año, y Trenton era una escuela lo suficientemente grande cómo para que su interacción diaria con él haya sido, hasta ahora, nunca más que el ocasional cruce en los pasillos.


Isobel saltó otra vez, saliendo de su ensoñación, atajando la respiración cuando la mano misteriosa volvió a aparecer.


Esta vez estaba colocada en la parte superior de su casillero, los dedos sosteniendo un familiar cilindro verde pistacho.


Cuidadosamente Isobel tomó el tubo de brillo Rosa Diosa, y miró la mano de su vecina de casillero deslizarse lejos una vez más. Miró a Nikki, quien parpadeó, y luego agarró la puerta del casillero de Isobel y lo apartó hacia un lado. Pero la chica -Isobel pensó que su nombre era Grace o Gabbie- cerró su propia puerta de un golpe y se alejó como deslizándose sobre el suelo, sin decir una palabra.


—Raros— murmuró Nikki. Tomó el labial de la mano de Isobel y, reabriendo la puerta, se agachó para usar el espejo interior —Y allá va ella, de vuelta a la Edad Media—


Isobel miró a la chica que se marchaba por el pasillo, cuyos cabellos marrones -demasiado largos y demasiado lisos- se deslizaban al compás de los movimientos de su falda larga hasta el suelo. Con el débil tintineo final de sus brazaletes, la chica desapareció de vista al doblar en la esquina.


—De cualquier manera— dijo Nikki, terminando con el labial, y volviendo a meter el tubo en el bolso de maquillaje de Isobel —Sigo pensando que deberías decírselo a Brad—.


 —Déjalo ya, Nikki. No voy a decirle a Bradd— dijo Isobel, fastidiada. —Y tú no vas a decirle, tampoco— agregó, cerrando la puerta de un golpe. A esto, la expresión de Nikki cambió la escandalizada timidez dejando lugar a una herida molesta, e Isobel tuvo sólo medio latido para retirar sus palabras antes de que su amiga volteara.


—Nikki—,  Isobel gimió, empezando a caminar tras ella.


—Lo que sea, — espetó Nikki sobre su hombro. Agitó una mano con desdén y aceleró el paso. —Sabes— dijo entonces —Él va a mantener esa mierda del acosador si cree que puede salirse con la suya—. 


Viendo el rebote de la cola de caballo de Nikki, con su lazo lleno de pequeños adornos azules y dorados, Isobel se sintió culpable. Quizá había sido un poco muy insistente sobre mantener en secreto todo el asunto del número telefónico.


Pero entonces, si iba y se disculpaba ahora, Nikki podría pensar que no sería tan malo si iba a decírselo a Brad.


Isobel se encontró a sí misma arrepintiéndose de haberle dicho la verdad a Nikki, cuando lo que debía haber hecho era simplemente arreglar el asunto sola. Por supuesto, aunque no le gustaba jugar a los secretos, tampoco. Nikki era su mejor amiga. Era de su equipo y parte de la tripulación.


Aminoró la velocidad y dejó que Nikki se le adelantara para almorzar. Cuando había quedado fuera de vista, Isobel se metió en el servicio de chicas más cercano. En la pileta, abrió la canilla de agua tibia y bombeó el jabón del dispensador hasta su mano. Esparció la espesa espuma sobre los números.


Como volutas de humo, la tinta violeta oscura se diluyó en remolinos liláceos y se deslizó por el desagüe.


***


En la práctica ese día, ella perdió un salto.


Ella nunca perdía un salto.


Al final de una ronda de cierre, voltereta, salto hacia atrás, giró de más y no pudo caer sobre sus talones. Golpeó el suelo del gimnasio fuertemente, aterrizando sobre su trasero, sacudiendo todos sus huesos.


La entrenadora Anne la regañó por eso, desde luego, soplando el polvo de su edad:
 —nunca te lances si no hay alguien que vaya a agarrarte—.


Nada ponía más nerviosa a la entrenadora que las acrobacias fallidas o descuidadas, especialmente con las Nacionales de Diciembre avecinándose.


Su coreografía era apretada y fuerte. Muy apretada y muy limpia como para que un miembro herido la soportara.


No era de extrañar que Nikki no la esperó para empezar a charlar después de que la Entrenadora sopló el último silbido. Isobel se dio cuenta de que no le importaba demasiado, sabiendo que se trataba de que ella quería ponerse al día con Mark después de la práctica de fútbol.


De cualquier manera, estaba agradecida de no tener que revivir la discusión del casillero y aún más agradecida de que era viernes. Necesitaba un descanso.


Era bueno que no hubiese un juego hasta la próxima semana, también. Le daría al ya purpúreo moretón que se estaba formando en la parte posterior de su muslo tiempo para desaparecer antes de que tuviera que colocarse el uniforme otra vez.


Isobel salió del gimnasio y tomó su ruta usual a través del pasillo y hacia el estacionamiento de atrás, pero ralentizó la marcha al oír la voz de Brad. ¿Había venido a buscarla? Probablemente había pasado demasiado tiempo en los espejos mirando su muslo lastimado.


—hablar con ella otra vez. ¿Entiendes? —


Doblando la esquina, Isobel se detuvo.


Una figura de negro estaba parada algo encorvada, con la espalda contra una fila de casilleros azules, su vieja carpeta negra metida bajo el brazo. Brad se hallaba inclinado sobre él, vistiendo su chaqueta azul y oro, que abultaba todavía más sus ya descomunales hombros.


Varen, que lucía enclenque y débil en comparación, parecía no ser capaz de hacer mucho más que simplemente soportar, con su cabeza colgando hacia abajo, y su ralo pelo negro cayendo sobre su rostro.


Una rabia que no pudo explicar se cernió sobre ella.


— ¡Hey! — gritó, acercándoseles.


Los ojos de Varen se levantaron, posándose en ella, lanzándole una mirada dura y acusadora, y la heló por completo.


Y para entonces, Isobel quería estrangular a Nikki hasta que aquellos estúpidos bonitos lazos azules y dorados explotaran.


— ¿Qué está sucediendo? —


—Nada, bebé, nada— dijo Brad, apartándose de los casilleros, pasando una mano por su espeso cabello color ámbar, brillante en la luz fluorescente y aún húmedo de la ducha. 


Metió una mano en el bolsillo de su chaqueta y caminó hacia ella, deslizando su otro brazo alrededor de sus hombros y plantando un beso a un lado de su cabeza con un audible ‘Mmwah’


La expresión de Varen se mantuvo en blanco, aunque su mirada aún estaba fija en ella, causando que el mundo alrededor se disolviera, irrelevante, e Isobel se encontró a sí misma incapaz de escapar.


¿Pensaba él que ella había ido a contarle a Brad? Pero entonces, ¿qué más podía pensar?


Isobel abrió la boca para hablar de nuevo, para aclararlo todo, pero en ese momento, el brazo de Brad la apretó más fuerte, empujándola contra él. Esto, combinado con su desodorante y el aroma a jabón Zest le recordó que él estaba allí.


Aún en el modo machista y aún pudiendo alcanzar al chico extraño que le había preguntado qué estaba mirando y que justo ahora estaba viéndola intensamente.
Isobel cerró la boca.


Dejó que Brad la dirigiera mientras empezaban a caminar. Él dejó caer la mano, rozando su trasero.


—No lo hagas— dijo ella, haciendo una mueca, pero continuó moviéndose.
Cualquier cosa para escapar de aquellos ojos.

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